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ALEJANDRA OROZCO

Desplazados del ejido Puebla ahora viven a orilla de carretera


Tuxtla.- Están a orilla de la carretera, pero tienen un hogar… o al menos lo tenían, pues fueron obligados a desplazarse con lujo de violencia, por lo que ahora tienen que vivir en un campamento en lo que se dan las condiciones idóneas.

Es un grupo de 53 familias del ejido Puebla, Chenalhó, un total de 242 personas de las cuales 150 son niños pero entre las que también se cuentan mujeres y adultos, que desde hace tres años buscan dónde establecerse, pues no pueden regresar a sus comunidades.

Julio César Pérez, activista del Centro de Derechos Humanos Ku´untik, se encarga de acompañarlos en este caminar, y nos cuenta que son personas en situación de desplazamiento forzado desde el 26 de mayo de 2016, quienes no han encontrado respuesta por parte del estado.

Se establecieron antes de la caseta de cobro Tuxtla – San Cristóbal, si vamos de la capital hacia los Altos, si se viene de su comunidad natal, es al revés. Entre lonas, casas de campaña y plásticos, es como viven, en condiciones inhumanas, apenas y les alcanza la comida.

“Ellos estaban establecidos en un campamento provisional en San Cristóbal, desde mayo de 2018 les dan el espacio y los apoyan con comida pero nada más, no tienen una tierra o una casa, faltan los medios contundentes para que se dé su retorno digno y seguro”, comentó el activista.

Si bien la alimentación corre a cargo del estado, la cantidad ha disminuido, además no les garantizan un hogar, por lo que decidieron moverse hasta este campamento, desde donde exigen condiciones dignas de retorno; la integración de carpetas de investigación; ejecución de las órdenes de aprehensión que existen y llevar a juicio a los agresores, quienes los corrieron de su territorio.

En estas disputas territoriales, pasa que existen escrituras a nombre de una de ambas partes, pero llega la otra y los corre con lujo de violencia, por lo que prefieren irse antes que perder la vida, con todo el dolor de su corazón al dejar atrás lo mucho o poco que tienen, y convertirse en nómadas.

“Están viviendo en condiciones inhumanas, no adecuadas para hombres, mujeres o niño, pero no les queda de otra porque buscan justicia y resolución a su situación, no pueden regresar a su hogar porque puede ser peor, los pueden agredir o matar”, dijo.

Esta comunidad no es la única en dicha situación, hay otros grupos originarios de Chalchihuitán, Aldama, Zinacantán y Ocosingo que atraviesan por la misma situación, fueron obligados a dejar sus hogares y ahora no tienen un techo que los cubra.

Viviendo junto al camino

Bajo una carpa, hay algunos pupitres para que los niños más grandes tomen clases, a veces, como este lunes, se los llevan a tomar clases a la Normal Rural Mactumatzá, mientras los pequeños se pasean y corren entre los carros y las casas de campaña, quizá sin haber conocido un juguete, o anhelando alguno que dejaron en casa.

Las mujeres descansan en la poca sombra que ofrece un árbol, sobre cajas de cartón desarmadas y bolsas de plástico, otras cubren con lona, a modo de techo, las casas de campaña para mitigar los efectos de la lluvia, que se asoma al panorama.

Los hombres se reúnen frente a sus mantas de protesta, donde escriben sus exigencias hacia el gobierno del estado y el Fiscal General, lo único que piden es justicia, poder vivir tranquilos en donde nacieron y crecieron, y que se castigue a quienes los despojaron para que no los vuelvan a amenazar.

Julio César Pérez señala que no ha habido acercamiento por parte de las autoridades, aunque ellos han insistido, sí hay un consejo para la atención de personas desplazadas, pero éste ha sesionado sin incluirlos y no saben los avances o acciones que se han llevado a cabo.

Aquí, dijo, el punto central es el acceso a la justicia, pues si las autoridades no intervienen, se exponen que suceda lo mismo, obstaculizando la reconstrucción del tejido social y poniendo en peligro sus vidas.

Ayuda de persona a persona

Ante esta situación, Luis Pérez Matus, presidente de la asociación Libertad para Crecer, convocó a la sociedad y recaudaron algunos juguetes para los niños desplazados, así como sábanas para estas familias, mismos que les llevaron a ese campamento improvisado que ahora, tienen que llamar hogar.

“Sin embargo, la necesidad es muy grande, todavía necesitan alimentos, agua, pañales, papel, insumos de limpieza para mujeres, medicamentos, lo que sea la voluntad de la gente, sobre todo por los niños, que son inocentes y no se les debe involucrar en estos conflictos”, señaló.

Estas familias siguen a orilla de carretera, a la espera de que haya una mesa de diálogo y puedan regresar a su hogar de forma segura, están desamparados y desesperados por haber tenido que renunciar a todo lo que tenían y conocían, para ahora vivir de manera itinerante, un rato por aquí, otro rato por allá.

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