En busca de la enfermedad que mató a millones de mexicanos en el siglo XVI
Hace más de quinientos años la población que habitaba el territorio que ahora conocemos como México, sufrió una baja significativa a causa de tres epidemias. De dos de ellas, la de 1545 y la de 1576, todavía se desconoce de qué enfermedad se trató. Analizar este tema es de relevancia, no sólo histórica, porque cualquiera que haya sido el microrganismo responsable, puede seguir presente, dijo Adolfo Martínez Palomo, investigador del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav).
El investigador agregó que, de ocurrir una epidemia igual o parecida en el futuro, no podremos reaccionar porque no habrá datos acerca de la evolución de la enfermedad, ni vacuna, ni tratamiento. Por lo anterior el ex presidente de la Academia Mexicana de Ciencias se dio a la tarea de buscar en la literatura científica si se ha escrito algo al respecto.
Así, se refirió a la gráfica “Colapso demográfico en México Central (1518-1623)”, del libro The indian population of Central Mexico, en la que se muestran las tres grandes epidemias del siglo XVI como si hubieran sido de viruela. Sin embargo, sólo la de 1520 fue provocada por este virus; en cuanto al número de muertes que dejó se calcula llegó a 8 millones, la mayoría indígenas porque no habían estado en contacto con este virus.
Durante su participación en el coloquio “La salud en México antes y después de 1519” organizado por El Colegio Nacional, el doctor también habló de otra gráfica titulada “Colapso poblacional en México en el siglo XVI”, del libro The Population of Central Mexico in the Sixteenth Century, la cual indica en 1545 ocurrió la segunda gran epidemia, cuyo saldo de fallecimientos estuvo entre los 12 millones y los 15 millones. Mientras que la tercera, en 1576, ocasionó el deceso de 2 millones de personas.
A estas dos últimas epidemias se hace referencia, en diferentes códices, con el nombre de “Cocoliztli”, que en náhuatl quiere decir plaga o epidemia, pero en este caso la palabra se utilizó para nombrar a una enfermedad no identificada.
El científico explicó que a mediados del siglo pasado algunos científicos reconocidos abordaron, aunque brevemente, lo que pasó en México. Uno de ellos, Charles Nicolle, quien planteó como el transmisor del tifo al piojo y ganó el Premio Nobel de Medicina en 1928, dijo en su libro Destino de las enfermedades infecciosas que la epidemia de 1545 y la de 1576 fueron de viruela.
Mientras que el infectólogo Hans Zinsser de la Universidad de Harvard, en su libro Las ratas, los piojos y la historia, señaló se trataron de tifo, posiblemente importado por los españoles, aunque no dio ninguna explicación científica, y “ni él ni Charles Nicolle se preocuparon del análisis de los antecedentes, los síntomas u otras posibilidades diagnósticas”.
El artículo Large epidemics of hemorrhagic fevers in Mexico 1545-1815, publicado en el año 2000 plantea que posiblemente se trató de una fiebre hemorrágica viral transmitida por roedores —caracterizada por la presencia de fiebre, dolor muscular, mareo, entre otros— aunque esta idea no corresponde con los síntomas reportados en diferentes códices, mencionó Martínez Palomo.
Posteriormente, en un trabajo publicado en 2018 en Nature Ecology & Evolution, un grupo de investigadores identificó la bacteria Salmonella enterica en restos óseos de decenas de personas enterrados durante la epidemia de 1545 en Teposcolula-Yucundaa, Oaxaca.
En este panteón se encontraron cerca de 800 personas. Los científicos analizaron la pulpa dentaria de veinticuatro individuos y compararon las muestras con las de un catálogo de 6 mil 247 bacterias y virus, y encontraron a la subespecie Salmonella paratyphic en los restos de diez personas.
Por lo que concluyeron, continúo el doctor Adolfo Martínez Palomo, la epidemia de 1545 pudo tratarse de una paratifoidea (fiebre, escalofríos, estreñimiento o diarrea, dolor de cabeza, dolor de estómago) pero esto tampoco coincide con la sintomatología de sangrado extremo reportada en cinco códices, entre ellos el Códice en Cruz, Códice Aubin y el Códice Telleriano Remensis.
“No hay duda que estas personas cuyos restos fueron analizados tuvieron paratifoidea, pero quizá otro tipo de infección, todavía desconocida, afectó a millones de mexicanos”, finalizó.