Al fin se asomó la panza
Tuxtla.- Gracias por acompañarme puntualmente cada semana para saber cómo vamos el bebé y yo. Han pasado 144 días, 20 semanas, y hoy por fin, ¡sabremos si es niño o niña! Les cuento en la próxima columna.
Mientras tanto, me di cuenta que prácticamente esta semana, se me “botó” la panza: ya es obvia me ponga lo que me ponga, ya comencé a usar pantalones de maternidad, y ya dejé de ponerme algunas blusas que me quedan como ombligueras.
Es un show acostumbrarse a los cambios, pues estos pantalones, al ser de corte mucho más bajo, parece que se me estuvieran cayendo, aunque también resultan bastante cómodos, sobre todo cuando acabas de comer.
Todavía la semana pasada, me decían que no se me notaba el embarazo, y menos que ya tengo cinco meses, muchas mamás me dicen que es una ventaja, porque luego cuesta mucho volver a bajar, y que es mejor no hacer tanta panza.
Yo pienso que todavía me falta, que al final voy a estar súper redonda, he visto fotos de amigas y familiares al término de su embarazo y parecía que les iba a reventar la piel, me estoy tratando de preparar para eso, aunque la verdad no me preocupa o me mortifica, con tal de al fin tenerlo/a entre mis brazos.
De todos modos, dicen que no vale la pena preocuparse por el tamaño de la barriga, siempre y cuando el doctor vea al bebé dentro de sus medidas normales y esté creciendo bien, hay factores que tienen que ver con qué tan grande o pequeña sea la panza.
En primera, todos los cuerpos son diferentes, además, en los primeros embarazos los músculos del abdomen están más tensos y puede tardar más en notarse; se nota más cuando el bebé se estira contra la piel, y menso cuando está descansando cerca de mi columna; también tiene que ver cuánto líquido amniótico tengo, mi postura y mi ropa.
Es increíble también lo del peso: la placenta y el líquido amniótico pesan entre kilo y kilo y medio cada uno; el tejido extra de los pechos también supone entre kilo y kilo y medio, la sangre extra en mi sistema circulatorio, casi dos kilos; otros dos a cuatro kilos de grasa, además del útero, que gana entre uno y dos kilos, todo eso, más los tres o cuatro kilos que pesará el bebé al nacer, rebasa los 10 kilos, pero la mayoría se pierden con facilidad.
Obvio sigo tratando de cuidar mi alimentación, a veces me cuesta –y mi mamá me regaña- por las prisas o porque ya no me da tiempo de cocinar, pero me queda claro que lo más importante es el bebé y su desarrollo.
Esta semana ya he sentido sus movimientos: tenían razón, se sienten como burbujitas, como retortijones que sabes que no son gases ni tus tripas… hasta Rodrigo lo ha sentido, pone su mano encima de mi panza un gran rato hasta que lo logra percibir, todavía muy leve, pero sabiendo que ya es él, o ella. Él apuesta a que es niña y yo a que es niño; en unas horas lo sabremos al fin.