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ALEJANDRA OROZCO

Se acerca la hora del parto: ¿natural o cesárea?


Tuxtla.- Les escribo cada día más panzona, más emocionada y más impaciente por conocer a Elisa (sí, ya tenemos nombre ganador), ya nos hemos realizado ultrasonidos en tres lugares diferentes por diversos estudios que me pide mi doctor y está confirmadísimo que es niña, por si aún quedaban dudas.

Una pregunta recurrente que me hacen conocidos y amigos es, si me inclino por cesárea o parto natural, y la verdad es que al principio quería ahorrarme la “parte difícil” y tenerla por cesárea, pero opté por tenerla de forma natural.

Sé que al final, todo dependerá de cómo esté ella, de las condiciones de mi placenta, líquido, posición y demás, de que mi cuerpo se sincronice con el suyo para que pueda nacer sin complicaciones ni frustraciones, pero preferiría que fuera natural.

Después de leer diversas fuentes y platicar tanto con gente del ámbito médico como con amigas y familiares, sé que ambos tienen sus ventajas y desventajas, pero nada como lo natural, también sé que por más valiente que sea, nada me va a preparar para el dolor de parir, si así se dan las cosas, pero pienso que vale la pena.

Por un lado, la cesárea te permite “no sentir nada” mientras la bebé nace, pues estás sedada de la cadera para abajo y no tienes que pujar, gritar o sentir dolor, aunque no deja de ser una cirugía e implicar un riesgo, así como de ser una herida bastante grande… o sea, literal me van a partir por la mitad para que nazca Elisa, y eso no cicatriza tan rápido como una cortada cualquiera.

Por el otro, el parto natural implica muchísimo dolor, indescriptible según mi mamá y amigas, muchas horas de sufrimiento, de pujar y respirar, aunque todas afirman que en cuanto el bebé está afuera, el dolor desaparece y quedas como si nada, lista para ejercer el papel de madre.

Todo depende de cada cuerpo, pues he escuchado anécdotas de amigas que no sintieron nada ni en la cesárea ni en la recuperación, otras que afirman que recuperarse de una cesárea es el peor dolor porque hasta estornudar es un martirio; mientras que algunas dicen que el dolor de parto no es tan cañón como lo pintan, que una vez teniendo al bebé te olvidas de recuperarte porque estás como si nada y eso te permite involucrarte más con el bebé, y otras –la mayoría- que juran que es el dolor más fuerte, pero más bonito, que puedes sentir.

De niña, hubo una temporada en la que me la pasaba en los hospitales y doctores, estoy súper acostumbrada a las agujas y a los procedimientos dolorosos, mi umbral del dolor es bastante bueno –o sea, no me rajo pues-, y pienso que si todo viene bien, quiero un parto natural.

Si hay alguna complicación, como que Elisa venga enredada, que no tenga suficiente líquido, que no dilate o no tenga contracciones, lo que sea que haga necesaria la cesárea, también la aceptaré sin problema, sé que traer un hijo al mundo no es fácil, pero sé que vale la pena y que yo paso a segundo término: lo importante es que ella nazca bien.

En cualquiera de los dos casos, Rodrigo quiere estar ahí, obviamente detrás de mi hombro, tomándome la mano y sin ver sangre/placenta/puntos ni nada por el estilo, quiere cortar el cordón y ser el primero en cargar a nuestra bebé, y ya está amenazado de que no me puede dejar sola.

En los últimos ultrasonidos, Elisa se ha mantenido volteada, con la cabeza abajo, las pompis sobre mi lado derecho y los pies arriba, esperamos que sea una buena señal de que el parto podrá ser natural, ya que gracias a Dios todo va marchando como debe.

El parto será nuestro primer encuentro con nuestra hija, los dos estamos nerviosos, no pasamos por alto los riesgos que siempre existen tanto para ella como para mí, pero al final confiamos en que será lo mejor para los tres, y haya bisturí o no, valdrá totalmente la pena.

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