“Tiburocello”, tocando almas con la música
Tuxtla.- Si vas por la calle y ves a un muchacho en bici con cabeza de tiburón, o a un Spiderman colgándose por ahí con un cello en mano, se trata de Daniel Clemente, músico chiapaneco que a sus 24 años, es toda una inspiración.
Es estudiante de la licenciatura en música clásica de la Unicach, ya está en su último año, pero tiene un álter ego: “Tiburoncello”, su amigo que lo acompaña a diversos hospitales para hacer la labor altruista de alegrar la vida de pacientes –sobre todo niños- internados por diferentes causas.
“Cuando era más pequeño estuve internado un tiempo, y veía niños llorando o sufriendo, eso me partía el alma, porque soy muy sentimental, y quise ayudarles cuando creciera de alguna manera, ya sea estudiando enfermería o medicina, pero me enamoré de la música y cuando pude hacer algo digno de compartir, empecé a ir con ellos”.
Es así como hace dos años, empezó a ser invitado por algunas amigas enfermeras a instituciones privadas, luego conoció al doctor David Sánchez y su iniciativa de musicoterapia (que estuvo entre las 11 finalistas de Iniciativa México), se unió a su proyecto y empezó a compartir el arte de la música con los niños para darles un beneficio, ahora ya en hospitales públicos.
El nacimiento de Tiburocello
Daniel tiene un gran corazón. Junto con su amigo Héctor, también se dedicaban a regalar comida o café con pan en los hospitales, sabiendo que pasan hambre, y aunque hay mucha gente que lo hace, entre más, mejor.
“Cierto día, nos dimos cuenta que nos faltaban vasos, entonces pasamos al súper más cercano y cuando íbamos hacia las cajas vimos varias cabezas de peluches de animales, y me gustó mucho el tiburón, en ese entonces estaba de moda Baby Shark y la compré por si me servía”.
Y así fue… aunque la cabeza de Tiburoncello estuvo una semana en su casa sin uso, pensó qué hacer para ayudar, entonces por su mente pasó la musicoterapia, que es su tesis, y buscó la manera de adecuarla en el cello para crear una reacción positiva.
“Quise que los que vayan en la calle tristes o enojados se rían al verme y se olviden por un segundo de toda emoción negativa, ya luego la adapté con un elástico, yo voy en bicicleta y cuando me ven por la calle, el resultado fue fantástico, las personas me veían y saludaban, y sentí que hacía algo a favor de ellos”.
Entonces, llevó a su amigo Tiburoncello a los hospitales. “A los niños les llamaba mucho la atención y se acercaban más, había niños que llevaban semanas en cama que pedían ir a ver al tiburón, cuando los veía salir de la cama, la alegría me invadía y me sentía mejor de hacer algo por quienes más lo necesitaban”, comparte.
La musicoterapia es el arte de la música a manera de beneficio, ya sea clínica o artística; sin embargo la clínica necesita de estudios profesionales y no hay aparatos en México para ello, por lo que optó por la artística.
“Se trata de tocar canciones adecuadas a la edad, por ejemplo para niños, temas de películas, para adultos mayores los boleros… recuerdo cuando fuimos al hospital de Tapachula a tocar, hubo un área de quimioterapia que me partió el alma”.
Eran señores de edad adulta, y la canción más “llegadora” en esa ocasión fue “Vive”, de Napoleón… llegando al coro, los pacientes comenzaron a cantar, él estaba vestido de Spiderman, y al escuchar su voz tan suave le partió el alma y se puso a llorar. Los pacientes aplaudieron, aún los más grandes se pararon y se acercaron a agradecerle por darles un tiempo de felicidad.
Altruismo y algo más
Como todos, Daniel tiene gastos que solventar, pero ha conseguido trabajo para hacerlo. Es el cellista principal de la Orquesta Sinfónica de Chiapas y da clases en una escuela, ya que le gusta trabajar para ayudar a quienes les hace falta o solventar sus gastos y apoyar a su familia.
“También tengo un cuarteto con amigos que participa en hospitales, son de corazón muy noble por servir de manera altruista, y también cubrimos eventos sociales, una forma de apoyarnos es contratarnos, nos encuentran en Facebook como Vita Quartet”, dijo.
La carrera de Daniel comenzó joven, a los 16 años entró al proyecto de Orquesta Sinfónica Esperanza Azteca y al año y medio salió, luego, estuvo un año sin hacer nada ni tener un instrumento, cuando de la nada, un señor lo llamó para ofrecerle un cello, con todo el corazón aceptó que se lo prestara para ensayar.
“Llegó un punto en el que una amiga me volvió a insistir a audicionar para la Orquesta Sinfónica del Estado y fui, el maestro Peña me dijo que tenía mucho talento y me dio la oportunidad de trabajar con ellos, conseguí una beca para comprar mi instrumento y pagar mi escuela, con eso y el apoyo de mis papás ahí voy, ahora quiero devolverles lo que hacen por mí”.
La vida de un músico es un regalo, una fiesta, pues considera que tienen todas las puertas que quieran… por ejemplo, a los 18 años se fue –sin permiso- con unos amigos a Cancún, y se dio cuenta que con la música podía hacer lo que quisiera.
“Tocábamos en las plazas, nos fue súper bien, luego nos invitaron a tocar en restaurantes, plazas, lugares de mayor gama, incluso nos querían contratar por meses, pero solo nos quedamos dos semanas y regresamos porque teníamos clases… eso me abrió muchas puertas, me ayudó a ver que saliendo del contexto se pueden hacer muchas cosas”, dijo.
Daniel se quiere especializar en docencia u otra cosa, aprovechando que desde ahora hay personas que confían en él… además de su carrera, se dedica a estudiar por las noches (porque la disciplina es difícil de lograr) y leer, así como estudiar francés y lengua de señas, para seguir ayudando.