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ALEJANDRA OROZCO

Sentimientos encontrados


Tuxtla.- Hoy, después de nueve años de trabajar de manera ininterrumpida -wow, ¡nueve años de trabajo sin parar!-, tengo que tomarme un descanso, muy esperado la verdad, una pausa en este sueño de mi vida para ir a cumplir otro: convertirme en mamá.

Quizá me hubiera gustado trabajar hasta el último día posible, aliviarme y disfrutar a Elisa más tiempo, pero por recomendación médica, por consejos de otras mamás y por cuestiones laborales, decidí comenzar ya mi incapacidad por maternidad, ahora que justo estoy cumpliendo los nueve meses y que prácticamente podría nacer en cualquier momento.

La incapacidad comienza a la semana 34, pero me he sentido tan bien que quise transferir dos semanas más, para así tener un poquito más de tiempo con ella y a la vez, espero, poder descansar antes de que llegue la etapa en la que ya no voy a querer nada y no voy a aguantarme ni a mí misma.

He estado haciendo un balance de mi embarazo, y la verdad es que me ha tratado muy bien, ha sido bastante bondadoso conmigo: no he subido más de ocho kilos, no me salió paño, ni una estría, las molestias fueron mínimas -como la acidez o el sueño-, todavía me siento bastante bien para hacer mis actividades y me deja dormir como tronco por las noches, a excepción de cuando me quedo pensando en ella y en que ya quiero que nazca, ahí sí me agarra insomnio.

Muchos me preguntan si pienso seguir trabajando cuando nazca Elisa, y la verdad es

que no me lo imagino de otra forma: sé que hoy en día ya no estamos en los tiempos en que las mujeres crían a los hijos y los hombres trabajan, y aunque sé que cuando la vea no voy a querer despegarme nunca de ella, quiero que tenga una mamá exitosa, que vea por ella pero también se siga realizando profesionalmente.

Ni hablar de la situación económica; hoy en día ya no basta con los ingresos de una sola parte para mantener un hogar, esta familia que apenas comienza es un equipo, en el que los dos ponemos de nuestra parte, por ahora en lo económico, y cuando nazca nuestra hija, con las labores del hogar, además de que queremos darle un ejemplo de equidad.


Estas semanas que me quedan -que idealmente deberían ser tres, pero con las primerizas no se sabe-, las dedicaré a dormir, todos me aconsejan eso, y vaya que me da mucho sueño, también a arreglar los últimos detalles para la llegada de Elisa, la maleta para el hospital, los trámites, y caminar para estar en buena forma y que el parto natural siga en pie.

Hasta el momento, sigue sin enredarse, pesa 2.8 kilos y tiene un tamaño de acuerdo a mis semanas, los doctores pronostican que podría nacer el 10-11 de marzo, pero ya saben... los bebés nacen cuando se les da la gana, y como se les da la gana.

He leído sobre la “anidación”, que básicamente es como un golpe de energía que te da antes del parto: te mueres por limpiar la casa, acomodar, te pones muy activa... aunque todavía no me ha pasado. ¿Qué tan cierto es? También verifico constantemente que se siga moviendo, que no aumente mi flujo o que no se presenten aún las temidas contracciones.

Las últimas dos semanas se me hicieron eternas pensando en que ya me urgía mi incapacidad para poder descansar y relajarme... pero sí se me hizo un nudo en la garganta al despedirme de mis compañeros, pues si bien es por un tiempo, nunca he estado más de dos semanas sin trabajar, solo cuando he tomado mis vacaciones.

Dejo en pausa mi carrera profesional para dedicarme a la que será mi nueva chamba de tiempo completo: ser mamá. Extrañaré las entrevistas, la acción, la adrenalina, los tiempos de entrega, las publicaciones y el estar al aire; extrañaré a mis compañeros y trabajar bajo presión... pero, como todo lo que ha cambiado en mi vida hasta ahora, estoy segura de que va a valer la pena.

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