Jordan, la leyenda viviente
Michael Jordan venció la ley de la gravedad, se hizo amigo de la magia para sus canastas, trastornó todo a su paso, llenó los escenarios de fans en plena locura y un 16 de abril de 2003 puso fin a unos cimientos que elevan aún más el baloncesto.
Nadie como él ha cimbrado cada tejido del fanático al deporte ráfaga, sembrado como una generación victoriosa, triunfadora y llena de grandeza por esa genialidad de su cuerpo elástico, rítmico, atlético, potente y mentalidad a la velocidad de la luz para acciones instantáneas.
Aquella noche su adiós no fue como él fue, porque Wizards de Washington perdió por 93-79 ante Knicks de New York, pero en medio de la derrota brilló con 21 puntos y ocho rebotes, y toda su imagen y símbolo fue más grande, tanto así que los aficionados se pusieron de pie y lo vitorearon como una reverencia a su majestad.
Sí, su adiós fue con el uniforme de Washington, Michael Jordan fue todo patentado para la eternidad con Bulls de Chicago, su adoración y su todo, por más que se haya ido de la franquicia, porque cuando emigró nada fue igual.
El entrenador Phil Jackson es la lápida en su grandeza, es su media naranja en su gloriosa historia, es el complemento de ese bebé que nació el 17 de febrero de 1963 en Booklyn, Nueva York, quien de niño jugó futbol americano y beisbol, los también deportes nacionales estadunidenses.
El comienzo de la leyenda
Nada fácil le fue en el camino, porque su metro y 80 centímetros de estatura, al principio, no era compatible para ser un ganar en el baloncesto, pero con virtudes innatas se abrió paso, llegó a la Universidad de Carolina del Norte y el 12 de septiembre de 1984 fue firmado como el tercer elegido del dradft por Bulls.
Entonces empezó la leyenda, ganó los títulos de 1991, 1992, 1993, 1996, 1997 y 1998, y nadie más que él, con su vuelo para las retacadas, las jugadas mágicas y las locuras en las gradas, mientras el mundo le rendía pleitesía.
Por sus jugadas llevó el basquetbol a todo el planeta y marcó al mundo deportivo, y a quienes no pertenecían a él, al sellar un hito en sus vidas, en sus efemérides y en su andar triunfador, porque fue toda una generación marcada por sus victorias.
Brilló bajo el aro y en los tiros de media y larga distancia, pero nadie jamás, y de los jamases, olvidará aquel vuelo que venció la ley de gravedad de Isaac Newton, cuando el 6 de febrero de 1988 emprendió la carrera y sobre la línea de tiro libre agarró impulso y luego pareció que caminaba por los aires para la fenomenal clavada.
Quien integró el “Dream Team” en los Juegos Olímpicos Barcelona 1992, donde ganó la medalla de oro, además de haberlo hecho en Los Ángeles 1984, revolucionó los contratos con las franquicias y las marcas patrocinadoras.
La marca Nike hizo una revolución en el mercado con los zapatos Air Jordan, como si ello fuera suficiente para volar por el espacio para encestar, pero sí lo suficiente para ser un triunfador como Michael Jordan.
Citar sus estadísticas es de sobra, es solamente resaltar el genio, la leyenda, el inspirador de toda una generación, el triunfador, el que tiene una fortuna de 2.1 billones de dólares. Vaya que grandeza deportiva y financiera.