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Miles de estudiantes, "desconectados" en tiempos de COVID-19


Allende.- Desde el pasado 18 de marzo la escuela ha quedado en el olvido para Mario, un adolescente de 13 años del municipio de Allende, Coahuila.

Su papá recibe medio sueldo, aproximadamente 800 pesos por semana, desde que la empresa de Piedras Negras, Rassini, declaró paro técnico a mediados de marzo y envió a descansar a cerca de 3 mil empleados.

Sentando bajo la sombra de un árbol palo blanco junto a su tío Luis, Mario Alberto Rodríguez platica que no ha recibido ninguna tarea ni programa escolar por una sencilla razón: no hay dinero para recargar saldo al teléfono celular.

“El ultimo día que nos dijeron que fuéramos (a la escuela) nada más alcancé a apuntarme en el grupo de artes”, dice Mario mientras trata de arreglar un carrito eléctrico.

Su escuela es la Secundaria Técnica Número 30 de Villa Unión a dónde asistía de lunes a viernes hasta antes que la pandemia COVID-19 obligara al sector educativo a suspender clases desde el 20 de marzo, sin embargo, en Coahuila se adelantó dos días esta medida.

En Allende los cibercafés están cerrados y no hay espacios públicos con acceso gratuito a Internet, al menos, Mario no conoce ninguno en esta pequeña población de 20 mil habitantes.

“A mí me están pagando 600 pesos por semana ¿usted cree que voy a usar ese dinero en ponerle saldo al celular?”, espeta Luis, quien trabaja en la maquiladora de nombre “Jaropamex”, una de las primeras en esta región que también entró en paro técnico desde hace un mes.

De acuerdo con cifras oficiales de la Secretaría de Educación estatal, en Coahuila hay un millón 53 mil estudiantes; de ellos el 85 por ciento no tiene acceso a Internet.

El titular de la menciona dependencia, Higinio González, anunció hace una semana que se entregarían guías impresas a la inmensa mayoría de alumnos sin conexión a Internet para que pudieran continuar sus estudios, sin embargo, este material tampoco ha llegado a la humilde casa de adobe donde vive Mario, justo a espaldas de una de las mansiones derribadas en la llamada “Masacre de Allende”.

“Mi mamá trabaja en un puesto de comida, pero también está cerrado, por eso hemos estado aquí nada más”, explica el adolescente quien muestra más preocupación por la situación económica de sus padres, que por la perdida relación con su escuela.

En el patio hay otras dos niñas jugando entre gritos y carcajadas, ajenas totalmente al cataclismo que Mario ya alcanza a comprender.

Luis explica que son también sus sobrinas, hija de una de sus hermanas que trabaja en el pequeño municipio de Villa Unión, donde señala que está ganando apenas 500 pesos por semana.

“A mi hermana le dijeron que les iban a pagar medio sueldo, que le hicieran como pudieran pero que era también por esto del coronavirus y pues así estamos todos aquí”, comenta.

Las dos pequeñas que apenas están iniciando la primaria tampoco han tenido ninguna comunicación con su escuela para seguir con las clases desde su casa.

A pesar de que las autoridades han reiterado que los sueldos se deben pagar completos durante la contingencia, la mayoría de las empresas relacionadas a la industria automotriz en Coahuila aplicaron modelos de paros técnicos que les permitieron rebajar medio salario a los trabajadores, entre los que se encuentran el papá y el tío de Mario.

Con ingresos de 500 a 800 pesos semanales, cada día se ha vuelto un suplicio para los padres de familia que intentan llevar alimento a su casas ubicadas en el barrio "El Nogalón".

Mientras tanto para Mario la escuela se ha convertido en un difuso recuerdo, mientras observa con mortificación como crece la necesidad y la desesperación entre su familia por haber caído en una situación de extrema pobreza.

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