Alfredo, lleva el ritmo por dentro
Tuxtla.- Alfredo Flores Espinosa es originario de Tuxtla Gutiérrez, orgulloso de su ciudad, estado y país, aunque vivió en Mérida el tiempo que estudió su maestría, siempre supo que Tuxtla es su casa, su gente, sus amigos, su comida, la calidez de la ciudad, aunque últimamente es complicado por el tráfico o el calor, pero como Tuxtla no hay otro, y como él tampoco, pues es fundador de Studio Club, una academia de baile referente en la ciudad.
“Curiosamente a mi no me gustaba el baile, me acuerdo de las fiestas familiares, mi mamá me jaloneaba para bailar conmigo, mis primas, y en esta cultura machista, en este país y en este pueblo, el baile no es para los varoncitos, lo mío era fútbol, natación, lucha libre, la convivencia con mis primas era jugar a policías y ladrones, tenta, pelota, pero bailar jamás, la gente que me conoce desde pequeño se sorprende del cambio radical, pues yo era un niño muy quieto y centrado en mis estudios, tímido, retraído, por la misma timidez y forma de ser y pensar no tenía novias ni amigas, llegué hasta los 18 así porque me daba pena acercarme a una niña, que me hicieran bullying en la escuela, muchas cosas que la familia te forma así”, recuerda.
Su ambiente eran sus amigos hombres, pizza, películas, baraja, pelota en la calle, de repente por un lado tenía una tía maestra de folclor, su tía Lina, que daba clases en el Colegio de Niñas, dice que a todas las chiquillas les ponía sus coreografías de XV años y lo invitaba a apoyarla con el folclor, pues al ser una escuela de niñas querían hombres para los bailes, solo ellas bailaban ambas partes, o lo invitaba de chambelán, llega un momento en que la hija de la maestra, su prima Jenny que es de su edad cumple 15, y su tía le dice, quieras o no vas a ser chambelán.
“Fui un fracaso, me costaban los pasos, los tiempos, los cambios, el proceso en que vas aprendiendo y yo escuchaba la canción igual de principio a final, no veía el cambio porque no estás acostumbrado, tenía que contar, cumplimos el compromiso familiar y a las dos, tres semanas me habla mi prima, que su amiguita quería que fuera su chambelán, al ratito otra amiga y otra y así empezamos, más o menos le vas agarrando los pasitos que son repetitivos, se te va haciendo más fácil la coreografía, los movimientos y empiezo a apoyar a mi tía, le agarro el gusto, las amigas de la quinceañera te sacan a bailar, en esos tiempos empiezo a ir al antro a los 16, 17 años, a Colors, a Baby, bailábamos en fila, una de niñas y una de hombres, nada de contacto, estaba de moda la quebradita y con mi prima bailábamos de manera empírica”, recuerda.
Luego entró a la universidad a estudiar ingeniería en sistemas en el Tec Regional, donde había bastantes compañeritas porque en otros salones había una o dos, su generación tuvo como 24 hombres y 16 mujeres, muchas venían de Tapachula, Tonalá, Malpaso, la frailesca, ya con más rollo de la fiesta, hacían reuniones en casas, ponían cumbia, salsa, a sus papás les gustaba mucho bailar y viéndolos había aprendido dos o tres pasitos, recuerda que desde la primaria le encantaba el fútbol, y llegó el punto en que por sobrepeso, tuvo que ponerse a dieta y baja 10-15 kilos para poder seguir jugando, también retoma la natación y empieza a viajar a Veracruz, Mérida, Tapachula a competencias, sus tardes eran ir a la alberca, al fútbol y hacer sus tareas.
“Esa era mi disciplina, mi tía me invita a los bailes y no cazaba ni con mis tiempos ni con mi mentalidad, la actividad deportiva te da de ganar, genera competitividad, entrenamiento, tenías que estudiar más si querías estar arriba, si no te exiges a ti mismo te quedas en medio y no sobresales en nada, así termino mi carrera, empiezo a ir a fiestas y me hago de dos, tres pasitos y era la sensación, hacíamos mucha fiesta en mi casa, cervecitas, baile y cotorreo, la que era mi novia se va a Cuernavaca con otros compañeros, me voy a visitarla, a pasear, en ese tiempo no había escuelas ni lugares para aprender baile aquí en Tuxtla y ahora solo de latinos hay más de 10, 15, en ese tiempo lugares para ir a bailar eran sólo para señores, me voy a Cuernavaca y allá sí había lugares, vi la diferencia, gente que sí tenía variedad de pasos”, señala.
Alfredo estudió la maestría en planificación de empresas y desarrollo regional en Mérida, se metió al equipo de fut, al de natación y regresa a su misma rutina, ya quería aprender a bailar, le urgía porque ya había visto que había más que sus tres vueltas, era una ciudad más desarrollada en el ámbito del baile, había muchos lugares de salsa, orquesta en vivo, cubanos, eventos, otra cultura, entonces le dice al maestro que quería aprender a bailar en pareja, no de forma deportiva, ya que su maestro aprendió en Portugal el estilo, entonces le dice que tiene su escuelita, y lo invita.
“Yo no conocía la ciudad pero iba, la clase era de 9 a 10, empiezo en clase básica, al mes subo a intermedio, al mes me piden que me integre a un grupo de baile para la feria, el carnaval, le entramos al grupo de baile, de iniciados al grupo pasaron dos o tres meses, iba cuatro días a clases, a ensayos viernes y sábado, el domingo presentaciones, al final iba los siete días, aprendo salsa, cumbia, bachata, cha cha cha, de todo, montamos un show de una hora que llevábamos a eventos, con cambios de vestuario y ahí si ya aprendí, ni siquiera al año ya daba clases, el calentamiento, conozco a una chica en el grupo que era prima del maestro, estudió ballet, jazz, empezamos una relación, tuve un despertar, el baile te da seguridad”, recuerda.
Así comenzó esta aventura, actualmente a Studio Club llegan desde dos años hasta 70 y tantos, tienen baby ballet que son los más pequeñitos donde trabajan capacidades motoras, empiezan a caminar, a hablar, trabajan pasitos, poses; está moderno infantil desde los tres años, donde explotan y desarrollan su talento; tienen clases para jóvenes, k-pop que es la sensación, de 12 a 40 y tantos años; clases para adultos de salsa, cumbia, bachata, ritmos latinos, incluso su hijo de 10 años a veces llega a la clase, su academia es diferente, en edad la mayoría maneja un rango entre 14 y 30 años, más el rollo de bailarín para concursos y competencias, él tiene un rango abierto para el bailador para fiesta, boda o antro, cuya intención no es concursar o competir, sino aprender a bailar para una fiesta.
“Tengo más de 20 personas de 60 años para arriba, hasta los 75, la academia es súper integral, es mi proyecto nuevo, porque tuve uno anterior con mi primera esposa y otro cuando vine de Mérida, este cumple 10 años este octubre… cuando empezó la pandemia nos afectó a todos fuertemente, cómo no, si el baile no era una necesidad básica ni secundaria, sino terciaria, pero me llena de satisfacción que en primera, llega mucha gente, soy una persona muy abierta, franca y bulleador, a los que le cargo la mano lo disfrutan, cuando llegan poco les falta para morder el rebozo, a los cuatro o cinco meses que ya bailan, hicieron amigos y se ve un cambio, tengo muchos ejemplos de gente que hasta se reía para adentro y ya son otros, por la seguridad que les dio el baile”, dice.
Aquí se forman amistades, lo que sociabilizan, ese cambio le deja buen beneficio económico, pero el moral o sentimental es mucho mayor, esos cambios que ve en la gente no tienen cómo pagarse, y mucha gente llega recién salida de un rompimiento amoroso, un deceso familiar, un punto donde dices qué hago, terminé 15 años de casado, o se murió mi papá, les pega entrar a la escuela de baile y llegan en esa etapa de querer disfrutar esa nueva soltería, pasar el duelo, ahora a sus primeras generaciones las ve en fiestas, dice que llegó el momento que no podía ir a tanto bautizo, cumpleaños, cada fin de semana, pues se hacen grupos sociales, la carrilla, hacemos eventos familiares, con los papás, con los niños, echan fiesta y aunque los niños no sigan bailando siguen llegando, es un grupo social, gente que está buscando pertenecer a un lugar.
“Ahora se nos viene el festejo, me gusta la fiesta y motivo andamos buscando, antes de pandemia hacíamos tres o cuatro eventos al año, con la presentación de todos los grupos de baile, primero solo bailaron mis alumnos e invité a alguien más para 100 personas, el segundo año fue para 200, al cuarto año ya casi 500 personas, empecé a pensar en separar mis eventos, los últimos años hacía una presentación teatral, y la fiesta por aparte, una posada cena de gala en diciembre con DJ, orquesta, la del aniversario, una activación albercada con torneo de fútbol, y se viene la gala más grande que estamos proyectando”, adelantó.
Será en el Teatro de la UNICACH, con aforo para 450 personas, del cual ya tienen vendido el 60 por ciento del boletaje, no le preocupa porque sabe que se vende, la gente está súper emocionada, papás, alumnos, el teatro grande, los vestuarios, zapatillas, le gusta mucho la temporada previa a eventos, pues todos están ensayando y todo el tiempo está llenísima la academia, las pláticas en los lobby’s, muy bonito, un ambiente de ánimo, apoyo y trabajo, la gente está feliz de participar, viene el evento este sábado 14 de octubre a las 7 de la tarde, con un costo de 100 pesos para el acceso, confía en que se van a acabar una semana antes, será una gala completa, todos los estilos, y en diciembre una posada grande, cena baile, donde el costo rondará los 300 pesos con una cena de tres tiempos, aguas, meseros, DJ.
“Les recalco, no necesitas llevar pareja para aprender a bailar, siempre sobra con quién, mínimo hay de 30 a 40 personas en grupos nuevos, de señoras, señores, jóvenes que llegan solos, es rotativa, todos bailan con todos, porque no siempre voy a tener la misma cantidad de hombres que de mujeres, para que todos bailen, no es lo mismo bailar con una que con otra pareja, vamos desarrollando un sentido, cuando cambio de pareja se ve que es diferente guiar, marcar, dejarme llevar, y si bailo siempre con pareja ,como hay confianza si algo empieza a salir mal hay problemas, cuando bailo con alguien que no conozco no le voy a decir tan fácil”, recomendó.
Si no sabes bailar, dijo que para eso es la escuela, arreglan pies izquierdos, no importa si nunca han ido a clases, no hay nadie que diga: yo no aprendí. Los encuentras de lunes a viernes de 5 a 10 pm, los sábados de 10 a 2 y los domingos de 12 a 2, también tienen paquetes para quinceañeras, novios, bailes sorpresa, coreografías de escuelas, de todo; se ubican en la tercera norte y novena poniente en el primer y segundo piso, a dos cuadras del Parque de la Marimba, justo frente a Deportivo Roma, así como Studio Club Tuxtla en redes sociales o al 9611550119.
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