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Celebró Chiapa de Corzo a San Sebastián Mártir

ALEJANDRA OROZCO

Tuxtla.- El día más esperado para los chiapacorceños llegó: como cada 20 de enero, desde muy temprano los cuetes y las campanadas anunciaron el día de San Sebastián Mártir, el segundo más importante después de su patrono Santo Domingo de Guzmán, y sin duda el más representativo de la Fiesta Grande, este es el día más significativo en toda la tradición.


La familia De La Paz, fue la encargada de tener en casa la imagen del santo todo el año, desde el 23 de enero de 2024, cuando lo recibieron y a partir de entonces, se encargaron de rezarle y recibir a la gente el día 20 de cada mes, hasta llegar a este último festejo, su mero día, previo al cual estuvieron recibiendo las felicitaciones, piñatas, somés y demás elementos.

Para ellos es un día de sentimientos encontrados, ya que es una alegría inmensa ser anfitriones del festejo, aunque se sienten tristes y melancólicos por otro lado, pues lo tendrán que entregar a otra familia, y no saben si podrán volver a ser priostes ya que esta es la segunda vez que tienen ese honor, a 18 años de haberlo recibido por primera vez.

“Han cambiado muchas cosas, antes la fiesta era más cerrada, más del pueblo, ahora ya viene mucha gente de fuera, además antes eran menos días, ahora se han agregado, antes no recibíamos a las chiapanecas por ejemplo, desde que se pide al santo hay que prepararnos para atender a toda la gente que viene”, mencionó.


Y es que son miles de personas las que se dan cita para agradecer, danzar, pedir o venerar al santo, este día la imagen es trasladada por chiapanecas y otros hombres a la iglesia de Santo Domingo para celebrar la misa, de donde sale escoltada por el grupo de parachicos encabezados por el patrón, para volver a la casa del prioste.

Ahí le danzan de manera masiva, el zapateado, el chinchín y las vivas resuenan con fuerza y fervor, acto seguido, parachicos y chiapanecas reciben la comida de fiesta: la pepita con tasajo, tiras de carne de res que van bañadas en un molito de pepita de calabaza, que también se ofrece al resto de los asistentes, y se sirve solo en los días más importantes de la celebración.

Las cocineras tradicionales que lo elaboran, lo hacen escondidas y resguardadas, no permiten el paso a nadie, pues creen que si uno tiene el ojo muy caliente, la comida se puede cortar o echar a perder, es todo un arte y un misticismo el que rodea a esta, una de las comidas rituales que forman parte de la gastronomía chiapaneca.


Es así como transcurre todo el día, entre baile, música de banda, de marimba, de tambor y carrizos, entre la fe de un pueblo que le agradece a su santo los favores y protección recibidos, o le agradecen sus milagros, además del orgullo con que portan sus trajes, la montera y la máscara de palo van bien ceñidas a pesar del calor y el sol, las chiapanecas se adornan de filigrana mientras sus cabellos ondean al sol de la música, y en sus corazones late la pasión por sus raíces.

Es esta fiesta la que hace a Chiapa de Corzo un pueblo mágico, que se destaca ante los ojos del mundo y lo invita a conocerlo, a vivirlo, pues no es lo mismo ver las imágenes de lo sucedido, que estar entre el bullicio, que se ponga la piel chinita con las vivas, que resuenan entre las máscaras y los zarapes, y que salen desde el corazón hasta el cielo, como una plegaria y una postal de lo que es Chiapas.

Y así, es como esperan con fervor a que llegue el próximo año, para volver a sacar los atuendos y portarlos con orgullo, de esta fiesta que es mucho más que una costumbre, sino parte de su vida y de su esencia, cada habitante del pueblo se dice orgulloso de sus costumbres, y lleno de emoción cada vez que se celebra esta fiesta.

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