Don José Antonio, casi 50 años con el tiempo entre sus manos
- ALEJANDRA OROZCO
- 2 nov 2022
- 3 Min. de lectura
Tuxtla.- Cada 3 de noviembre se conmemora el día del relojero y joyero, ambos oficios don José Antonio Gordillo los domina muy bien; no es ningún improvisado, pues desde hace 46 años aprendió, se enamoró y ha dedicado su vida a lo que ahora domina como un arte.

“La relojería lo aprendí gracias a un cuñado mío que ya falleció, me dio chance de que yo llegara a su taller porque antes me dediqué a la mecánica automotriz y a la electricidad automotriz, de ahí salió mi amor por la electrónica, por la electricidad… tenía yo 14 años, estudiaba y trabajaba, cuando terminé la carrera no ganaba lo mismo y opté por quedarme como relojero”, nos cuenta.
Es así como dejó de lado la ingeniería
electrónica, carrera que no ejerció, pues la relojería en realidad difícil no es, según considera; es algo que ya traía en la sangre, pues lo aprendió muy rápido: 12 horas le bastaron para saber lo básico, y el resto es historia.
“A mi me encanta desarmar los relojes, entre más complicados sean, que traigan máquinas complicadas con más dedicación lo agarro, me gustan principalmente los relojes cronógrafos que son complicados, hoy en día traen más aplicaciones, cuando antes eran más sencillos; cuando inicié en la relojería solo estaba el sistema de cuerda y el automático, luego salieron los electrónicos”, nos explica.
Actualmente, reconoce que desaparecieron muchos relojeros, pues cuando él aprendió incluso había un taller en cada esquina y mucho trabajo, de pronto empezaron a cambiar de trabajo, por lo que considera que son una especie en extinción; si bien hay muchos que cambian pilas o máquinas, muchos clientes los buscan para reparar relojes, y vaya que tiene experiencia, pues ha arreglado hasta 15 relojes al día.

“Sí se le gana a la relojería, porque algunos servicios, como el de un reloj automático están en mil, mil 500 pesos, también hay refacciones muy caras, a veces con un solo reloj fino sale el día, pero sí deja la relojería… lejos de lo que se piense, la tecnología no me ha afectado, yo llevé electrónica y mecánica y conozco lo relacionado a ruedas, piñones, cremalleras, poleas, toda la mecánica; la electrónica es una especialidad de la electricidad y no me ha afectado, no ha habido muchos cambios”, señala.
Sin embargo, dice que los relojes electrónicos sí traen cada vez más aplicaciones, pero no se pueden reparar porque en un solo circuito viene integrado todo, al fallar una parte de la tarjeta hay que cambiar todo, se le conoce como circuito estado sólido, pues no trae componentes que se puedan reemplazar… eso sí, cada vez los hacen más
precisos, como las máquinas suizas de los relojes muy finos, que ha tenido la oportunidad de restaurar con éxito y lo seguirá haciendo hasta que el cuerpo se lo permita.

“En realidad no afecta la vista porque para eso están los lentes, los lentes de relojería, no afecta, y si ya forza uno la vista pues ya se acaba la vista, pero no, yo veo de aquí a dos cuadras”, señaló; hoy, a sus 60 años, también es joyero, hace anillos, cadenas, aretes, dijes, pero le gusta más la relojería.
“Uno no deja de aprender, se tiene que actualizar, lo que fabricaron ayer hoy es obsoleto, si no se empolva uno y eso me ha mantenido, nosotros hacemos retoque de carátula, cristales a medida, ya sea de un reloj de muñeca, de piso o de pared, hasta los que parecieran no tener reparación, este oficio yo se lo enseñé a dos primos, pero a mi hijo no le interesó”, reconoce.
Don José también fue requintista en cuartetos o tríos, hubo una época en que también se dedicó a la música, sin embargo hoy en día es uno de los pocos relojeros de la ciudad y está enamorado de lo que hace, de una labor que seguirá llevando a cabo todos los días hasta que ya no pueda hacerlo. Su negocio se ubica sobre la segunda norte entre calle central y primera poniente, en el corazón de la ciudad.
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