El Perseguidor: Cuando la insatisfacción dirige nuestra vida
- LAKSHMI SHAKTI
- 7 abr
- 3 Min. de lectura

Muchas veces he hablado de la Victima que es un rol del ego, pero hay 3 roles que son:
victima, perseguidor y salvador. Y hoy quiero enfocarme en el perseguidor.
Todos, en algún momento, nos frustramos. Cuando la vida no responde a nuestras
expectativas, cuando lo que deseamos no se materializa, aparece el enojo. Pero si
rascamos un poco esa superficie emocional, descubrimos que lo que verdaderamente
sentimos es decepción. Y si seguimos profundizando, hallamos una emoción aún más
escondida: la insatisfacción.
La insatisfacción es silenciosa, constante y voraz. No importa cuánto logres, siempre quiere
más. No importa cuánta validación recibas, nunca es suficiente. Y es ahí donde nace uno de
los roles más sutiles y peligrosos del ego: el perseguidor.
El perseguidor es esa parte de nosotros que vive corriendo detrás de algo, convencida de
que al alcanzarlo, finalmente llegará la paz. Pero esa paz no llega. Porque al obtener lo que
buscábamos, aparece un nuevo objetivo, una nueva meta, una nueva ilusión. Y así, el ciclo
continúa.
Observa tu propia vida. ¿Cuántas veces has pensado: “cuando logre esto, entonces estaré
bien”? ¿Y cuántas veces, después de lograrlo, no pasó mucho tiempo antes de que te
sintieras igual o más vacío que antes?
Este rol no solo aparece con tus metas, también se manifiesta en tus relaciones. El
perseguidor quiere cambiar al otro. Lo presiona. Le exige. Le proyecta su malestar creyendo
que si esa persona cambiara, entonces todo estaría bien. Pero esa no es la verdad.
Cuando no aceptamos la realidad tal como es, intentamos forzarla. Luchamos contra ella.
Insistimos en que las cosas deben ser como creemos. Y en ese proceso, nos desgastamos
y desgastamos a los demás. Queremos que nuestros hijos, nuestras parejas, nuestros
amigos, sean diferentes. Les perseguimos con frases, con actitudes, con silencios. Decimos
que lo hacemos por su bien, pero muchas veces lo hacemos por el nuestro, porque su
comportamiento activa nuestra herida.
El perseguidor es exigente, tanto con los otros como con uno mismo. Tiene una imagen
mental rígida de cómo deberían ser las cosas y no descansa hasta que esa imagen coincida
con la realidad. ¿Pero qué ocurre cuando no sucede? Frustración, decepción, más
insatisfacción.
Es importante darnos cuenta de este ciclo. El problema no está en tener metas ni en querer
mejorar nuestras relaciones, sino en creer que eso es lo que nos va a hacer sentir
completos. La plenitud no se persigue, se construye desde dentro.
Para romper este patrón, primero hay que observarlo. Respira y reconoce: ¿cuántas veces
has sentido que necesitabas algo o alguien para estar bien? ¿Cuánta presión has puesto
sobre ti y sobre los demás? ¿Y cuántas veces has justificado esa presión diciendo que era
por amor, cuando en realidad era una forma de calmar tu propia ansiedad?
Recuerda que nadie quiere ser perseguido. Ni tú, ni los demás. Todos queremos ser
aceptados tal como somos. A veces, amar también es dejar de exigir. Es rendirse a la
realidad tal como es.
El perseguidor necesita descanso. No lo juzgues, pero tampoco lo alimentes. Agradécele
por querer ayudarte, pero recuérdale que no hay nada afuera que pueda darte lo que ya
tienes dentro.
El momento de dejar de correr es ahora. El momento de sanar no es cuando todo cambie,
sino cuando tú decidas mirar con honestidad lo que sientes y volver a ti.
Porque, a veces, dejar de perseguir es el verdadero camino hacia la paz. Es encontrar tu
Shanti = Paz
"No es lo que logras, es lo que sueltas lo que te libera."
Contacto :
Redes sociales
Faceboock: Lakshmi Shakti
Instagram: Lakshmi Shakti
Comments