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AGENCIAS

Encuentran los restos de un antiguo rinoceronte gigante: era más alto que una jirafa

Redacción Internacional.- Reconstrucción de la imagen de un rinoceronte gigante en la cuenca de Linxia durante el oligoceno. La especie recién descubierta habitó Asia Central desde hace entre unos 26 millones de años.



Hace unos 26 millones de años, algunas de las regiones que hoy conforman la actual meseta del Tíbet estaban salpicadas de bosques húmedos en los que encontraba cobijo uno de los mayores mamíferos que han pisado la tierra: el rinoceronte gigante. A diferencia de sus parientes actuales, estas enormes criaturas no tenían cuernos y se alimentaban de las hojas de los árboles, como si se tratasen de jirafas. Y de entre estos gigantes, uno de los ejemplares más grandes era Paraceratherium linxiaense, un coloso de más de 5 metros a la altura de los hombros, ocho metros de largo y 24 toneladas de peso cuyos restos han sido documentados recientemente en un artículo de la revista científica Communications Biology.


La especie habitó Asia Central hace entre unos 50 y unos 23 millones de años. Se cree que un ejemplar adulto contaba con un cuello de casi 2 metros de largo coronado por un enorme cráneo, lo que le permitía alimentarse de hojas situadas a unos 7 metros de altura. (Para compararlo, hay que tener en cuenta que las jirafas actuales miden entre 4 y 5 metros, incluida la cabeza).


Paraceratherium lixiaense- nombrado así en alusión a la cuenca de Linxia, en la provincia de Gansu, donde se encontraron los restos fosilizados de varios individuos- ofrece a la comunidad científica nueva luz sobre el linaje y la evolución de este género de rinocerontes antediluvianos y su evolución a través del continente, algo que se desconocía hasta la fecha. Los fósiles recién encontrados comprenden un cráneo y una mandíbula completamente conservados de un mismo espécimen, además de un atlas (la primera vértebra de las cervicales) y dos vértebras torácicas pertenecientes a otro individuo.


4 veces más pesado que un elefante


Del mismo modo que otros ejemplares de la subfamilia de los indricoterinos, a la que pertenece, la especie contaba con un cráneo delgado y unos dientes incisivos que le permitían arrancar con precisión las hojas de las que se alimentaba. Pesaba unas 24 toneladas, unas cuatro veces más que el actual elefante de sabana (Loxodonta africana), y no tenía cuernos. “No los necesitaba, pues tenía unos dientes caninos que cortaban como si de unas tijeras se tratasen -explica el profesor Deng Tao, autor principal de estudio y director del del Instituto de Paleontología y Paleoantropología a National Geographic España a través de un correo electrónico.


Según apuntan los investigadores de la Academia China de Ciencias en una nota de prensa, el análisis filogenético de los restos encontrados permitió indagar sobre la distribución de esta especie a lo largo del continente.


Concluyeron que estas criaturas mastodónticas estaban estrechamente emparentadas con el rinoceronte gigante de Pakistán, el cual representa una especie diferenciada de las que habitaban la meseta de Mongolia, el noreste de China y el norte de la meseta tibetana hasta Kazajistán, las cuales presentaban una mayor diversidad genética.



Migración hacia el sur de Asia


Según los investigadores, el ancestro de P. linxianese, P. asiaticum, se dispersó desde el Tíbet hacia el oeste, y de allí hacia el sur de Asia a lo largo del oligoceno (hace entre 34 y 23 millones de años), lo que dio lugar a dos especies: P. lepidium, -que se desplazó al oeste, en Kazajistán- y P. linxianense, que siguió su migración hacia el este, hasta acabar en la cuenca de Linxia.

“Es posible que durante el oligoceno tardío el rinoceronte gigante regresase al norte de Asia Central, lo que significa que la región del Tíbet todavía no se había convertido en una meseta de gran altitud -a de Vertebrados de la Academia China de Ciencias a National Geographic España a través de un correo electrónico.


Hasta el oligoceno, explica el profesor Deng, los restos fósiles de peces tropicales y subtropicales, así como plantas e insectos recogidos en los depósitos lacustres del Tíbet central sugieren que hace 26 millones de años el interior de la meseta del Tíbet era una tierra húmeda y cálida, con grandes extensiones boscosas que resultaron ser ideales para estas enormes criaturas cuyo análisis de sus restos siguen desvelándonos hoy sus secretos más ocultos.

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