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ALEJANDRA OROZCO

Fanny López Jiménez y la Reina Roja

Tuxtla.- Hoy nos engalanamos con la presencia de Fanny López Jiménez, arqueóloga que ha puesto el nombre de Chiapas por todo lo alto, es la mujer que descubrió el entierro de la Reina Roja de Palenque, pero a eso llegaremos más adelante, por ahora, nos contó sobre el proyecto Arqueólogos por un Día, que inició hace dos años en la licenciatura en Arqueología de la UNICACH.


“Arqueólogos por un Día tiene la finalidad de invitar a estudiantes, ya sea de primaria, secundaria, prepa, y todos los niveles, aquellos que se quieran sentir arqueólogos por un día, que les hubiera gustado estudiar arqueología, tenemos un taller que hemos preparado precisamente para que tengan una experiencia vivencial en donde agarren sus herramientas, excaven, encuentren cosas, y justamente eso me tocó hacer con casi 50 niños que nos visitaron en el taller”.



Reconoce que fue una locura, pero es una de las cosas que la motivan y le emociona mucho porque transmite el conocimiento a estos pequeños, cuando les pregunta si saben qué hace un arqueólogo y le dicen, excavar huesos, ya traen una idea, es algo, y se van con sus caritas contentas, cuando están excavando emocionados, es un taller que le gusta mucho, con el que han impactado a más de dos mil estudiantes a lo largo de estos dos años.


“Fanny crece en Tuxtla Gutiérrez, en el barrio de Guadalupe, ahí pasé mi infancia, y de niña no decía, voy a ser arqueóloga, sin embargo, era muy inquieta, me gustaba curiosear, y yo creo que intuitivamente era algo que ya traía, pero si te soy sincera, yo no conocía la carrera de arqueología, Tuxtla Gutiérrez era como un pueblo, las calles todavía eran de tierra, Chiapas no tenía arqueología, de hecho apenas son 10 universidades que imparten la carrera, yo termino la prepa y mi mamá me dice, vas a estudiar lo que hay en Tuxtla, somos una familia tradicional, así que dije voy a estudiar psicología, presenté mi examen en la UNICACH precisamente, y cuando fui a ver el resultado, pues antes pegaban las listas, no vi mi nombre, así que regreso a mi casa y le digo a mi mamá que no pasé, y que lo que me gustaba estaba en San Cristóbal, que era antropología”.

Aún contra la voluntad de su mamá, la apoyan para que se vaya, habla con su papá, presentó allá y quedó, como a los dos meses unas compañeras que presentaron el examen en psicología le dicen que sí quedó en su salón, que sí estaba en la lista, pero ya no quiso regresar, así pasa año y medio en la UNACH hasta que un maestro le dice, por qué no te vas a la ENA, ahí está la mejor escuela de antropología, en la Ciudad de México, hace circo, maroma y teatro y llega a la Ciudad de México sin conocer, pero se encuentra con que no había equivalencias, tenía que empezar de cero cualquiera de las siete carreras, no sin antes pasar un propedéutico, de conocimientos y psicométrico, y casi sin pensarlo elige arqueología, todo el camino la fue llevando a ese momento, y piensa que si volviera a nacer, volvería a estudiar arqueología.

“Yo llevo arqueología en esta generación de las películas de Indiana Jones, llego motivada por que voy a andar de aventura en aventura, y sí me ha llevado a esa aventura, que nunca me la imaginé, he tenido muchos riesgos en arqueología, en mi salón salimos 15, empezamos entre 22 y 25 alumnos, y empezaba a ser una carrera en donde las mujeres empezaban a interesarse mucho, creo que fui una de las generaciones donde mi salón más o menos era equitativo, había el mismo número de hombres que de mujeres, el detalle es cuando ya egresas, difícilmente todos se quedan colocados, más en el caso de las mujeres, pero sí es sorprendente porque cuando regreso a Chiapas, era la segunda arqueóloga chiapaneca apenas, es rarísimo que alguien sea arqueóloga o arqueólogo, por eso cuando me presentan, me dicen maestra, doctora, sí tendré otros grados, pero arqueóloga nadie”, reconoció.


Conforme se iba acercando a la arqueología, y enamorando más, hace su servicio social en Templo Mayor, donde los mandan a excavar debajo de la catedral y para ella eso fue maravilloso, eran unas trincheras de más de 15 metros de profundidad que tenían abajo de la catedral que se estaban haciendo para colocar unos pilotes para sostener la catedral porque se estaba hundiendo, eso era algo extraño, algo desconocido, pero además conforme iba bajando las escaleras, iba viendo el momento contemporáneo, la época colonial hasta que ya llegaba el agua y estaba en la época prehispánica, eso para ella era súper extraño, mucho aprendizaje, algo maravilloso, lo disfrutó mucho, un proyecto de arqueología urbana

“Después de eso excavamos en Palacio Nacional y también fue otra cosa maravillosa, es darte cuenta precisamente de cómo estaba constituida la ciudad, de dónde estaba ese lago del cual me hablaban, estaba yo pisando el agua y estaba yo ahí excavando, para mí eso fue increíble, me gustó tener esa experiencia y luego pasamos al análisis de materiales arqueológicos, clasificar la cerámica, lavar, marcar, así que trabajaba en el museo, en la parte de los acervos del Museo del Templo Mayor y también llegar a estos espacios, saber que tu área de trabajo es en el Museo del Templo Mayor, atravesar esas salas incluso cuando ya la gente se había retirado, terminamos después y tener ese privilegio de contemplar una y otra vez las piezas para mí era maravilloso, son de las cosas extrañas pero muy enriquecedoras desde el principio de mi carrera”, compartió.

Decide regresar a Chiapas justamente después de su servicio social, quería hacer algo por su estado, sus prácticas de campo las había realizado en el sitio arqueológico de Lagartero, que ahora está abierto al público, muy interesante también ese lugar de cosas igual extrañas, tener que llegar hasta su sitio, su área de trabajo y que está rodeado por lagunas, y que algunas de esas lagunas tienen lagartos, son de las otras cosas con las que tuvo que aprender a convivir también.


“Ahí hice mis prácticas de prospección y las prácticas de excavación las hice en Palenque, cuando yo hago mi servicio social, ya conozco qué es hacer arqueología en Chiapas, y sobre todo que soy de acá, yo dije tengo que hacer algo por mi estado, y es cuando ya tomo la decisión, regreso y voy al museo regional, en ese momento estaba el director Carlos Silva, un arqueólogo al cual le tengo mucho agradecimiento porque cuando le digo que quiero hacer mi tesis sobre materiales cerámicos que tengan influencia teotihuacana, él agarra la gaveta, saca la llave y me la da para que yo revise todo el acervo, años más tarde fui directora del museo en el mismo escritorio y yo no daba la llave para nada, había todo un protocolo para entrar a los acervos, porque las cosas van cambiando, las normas van cambiando, las reglas van cambiando, pero yo tuve ese privilegio”, recordó.

Fanny no tenía ni una semana de estar viendo todo ese material, apenas pensar qué iba a hacer con tanto, cuando llega Arnoldo González, director del proyecto Palenque y la invita a trabajar con él, se iba a hacer cargo de la bodega de materiales arqueológicos, es mucha talacha, lo que fuera con tal de estar en Palenque, llegó a Palenque a las seis de la mañana, tomó el colectivo e iba contenta porque era su primer trabajo pagado, caminó hasta llegar al campamento y ve que algunos trabajadores ya estaban llegando, y se estaban acomodando en su frente de trabajo, en el campamento que construyó Alberto Ruz en los años 40, y pensó, qué padre debe sentir este hombre cuando entró a la tumba del Templo de las Inscripciones, cuando sale Arnoldo y la conduce a su área de trabajo.

“Se llamaba Proyecto Especial Palenque, en 1993 estaba Carlos Salinas de Gortari como presidente y había dicho que si no hubiera sido economista le hubiera gustado ser arqueólogo, entonces aprobó 14 proyectos especiales a lo largo del país y ahí es donde se abre en Palenque y Toniná, para mí trabajar en Palenque profesionalmente fue algo muy significativo, porque directamente estaba entrando a trabajar un proyecto donde había mucho recurso para hacer excavaciones todo el año, cuando un arqueólogo está en trabajo de campo dos, tres meses; yo sentí que Palenque me iba mostrando las cosas poco a poco, no me llevó a la tumba de lleno a la primera, primero me asignaron la bodega, ahí me quedaba lavando los tepalcates y veía a mis demás compañeros que agarraban su caja de herramientas y se iban a su área de excavación, regresaban y platicaban, que se había encontrado una ofrenda, un fragmento de tablero, un portaincensario, y yo no descubría nada”… pero eso estaba a punto de cambiar.


Luego, la mandan a Nututún, y ahí empieza a hacer sus primeras excavaciones, ahí encuentra sus primeros entierros directos sobre la tierra, no tenían ofrenda, estaba realmente emocionada, maravillada, porque eran sus primeros hallazgos y ya sentía que se estaba desempeñando como una verdadera arqueóloga, encontrándose cosas cada vez más interesantes, pasando de Nututún a un sitio que está como a 16 kilómetros de Palenque y luego pasa a excavar al grupo de Las Cruces, ahí le lleva a otros hallazgos hasta que finalmente llega a la Tumba de la Calavera y de la Reina Roja en el mismo día.

“Ese día, ya todos teníamos nuestro frente de trabajo, mi área era la de la plataforma que se encuentra a un costado del Templo de las Inscripciones, y eso implicaba el Templo de la Calavera, y lo que hoy conocemos como el Templo de la Reina Roja, yo lo que tenía que hacer en toda esta plataforma, era darle la vista a Palenque, ya habían excavado acá, pero no la encuentran, cierran la excavación y ya queda todo enmontado otra vez, años después llega otro arqueólogo, excava, tampoco encuentra nada, y ahí le cierran, hacen restauración y ahí le paran, pero toda esa plataforma sigue con escombros, tiene árboles, mucha vegetación, entonces tú llegabas a Palenque y veías el templo nada más hasta arriba, pero no entendías todo lo que estaba pasando en la plataforma, el objetivo del proyecto era excavar en conjuntos habitacionales, donde queríamos tener información de la población del sitio, pero por otro lado me decía Arnoldo, hay que darle la vista”.

Así se lo plantearon, darle la vista, no excavar ni encontrar nada, nada más consolidar, quitar el escombro y como fueran apareciendo escalinatas, para ella era otra etapa dentro de la arqueología, como ya tenía ese conocimiento, consolidación no había hecho, y quería aprender, una vez que tiene toda la plataforma, empieza a consolidar, va liberando, en el Templo de la Calavera, en el basamento ya lo tenía liberado, pero el de la Reina Roja no, ahí todavía está en proceso y manda a hacer una excavación, buscando las escalinatas, hizo un pozo desde el piso de dos por dos metros y su intención era ver hasta dónde los mayas habían construido el edificio, si se habían aprovechado del cerro o si lo habían construido literalmente desde el comienzo.

“Yo voy caminando a mi frente de trabajo, esa mañana, el 11 de abril de 1994 y me encuentro al Tigre, que era el trabajador del proyecto, y me dice a las 7 de la mañana: ¿Qué pasó Tejanita? ¿Ya te vas a encontrar los huesitos? Le digo Tigre, los huesitos, los jades me voy a encontrar al rato, tiramos la risa, él siguió su camino y yo el mío, sigo con mi excavación y estoy clavada en el pozo, pero ya veo que estoy bajando mucho, que debajo del Templo de la Calavera encontré otro, que rompí el techo de ese otro y seguía y yo ya estaba en la bóveda, como de un tercer edificio y todo relleno de tierra y yo estaba ahí extrañada, dije, le voy a avisar al jefe que venga a ver mi excavación, ya bajo, le informo y me dice ¿Qué piensas encontrar? ¿Petróleo? Ahorita mismo me cierras este edificio, porque si no, se nos puede venir encima y tú y yo vamos a parar al bote… pero aún así no me rendí, le dije, 50 centímetros más, si no encuentro nada ya le paro, ya ni me contestó”.


En eso, el trabajador le dice que baje porque había un hoyo y el pico casi se le va, no veía nada, entonces baja, se alumbra con el encendedor que traía, se inclina y a la hora de alumbrar, ve dos lajas de piedra caliza tendidas llenas de jade, concha, obsidiana, había cinabrio, estaba asombrada de lo que estaba viendo, no daba crédito porque eran piezas jamás vistas de tan grandes: era una tumba, cuando pasa en el Templo XIII para avisarle a sus compañeros, ve la puerta de la Reina Roja.

“Me asomo, alumbro con un espejito y los rayos del sol y veo un pasillo largo, ahí empieza toda la historia del descubrimiento, profesionalmente a mi me deja mucho aprendizaje, mucha riqueza lo que es la arqueología, pero personalmente también, yo no era una persona que hablaba tanto, era 1994, todos los periodistas estaban ahí, Chiapas estaba en conflicto por el ejército zapatista, llegaban a ver qué estaba pasando en Palenque y no querían que las noticias de Chiapas fueran solo lo malo, empieza a salir esta Fanny más comunicativa, más sociable, empieza a haber cambios en mi personalidad, yo misma me desconocía, la carrera te va haciendo perder el miedo a muchas cosas, a las víboras, a descender en una cueva”, detalló.

Tuvieron que pasar muchos meses, hasta que por fin se recorre la lápida una madrugada del 1 de junio, luego de excavar el Templo de la Calavera, todo el equipo trabajó en esto y se llevan la sorpresa de un esqueleto descarnado, teñido de color rojo y que se comprueba que es mujer hasta que llega el maestro Arturo Rumano, hasta ese entonces era solo su intuición; encuentran el pasillo, recorre el espacio y cuando Arnoldo llega con ella, quiere saber qué hay en una cámara que está cerrada, planearon la excavación para hacer un boquete y se dan cuenta que se trata de un sarcófago, subiendo y bajando con un bote van descubriendo cosas nuevas, desde ahí ella intuía que era una mujer, aunque no tenía pruebas, pero ya la consideraban la abuela o la madre de Pakal, hasta que llega el antropólogo físico y sin levantar un solo hueso, dice, es mujer.

“Viene todo este proceso de excavación, de levantar las piezas, finalmente termina el proyecto y este auge que el mismo proyecto tuvo, nos quedamos sin dinero, cuando creímos que los iban a dar más recurso porque hicimos el segundo hallazgo más importante del siglo no nos dieron nada, quedamos trabajando por el amor a lo que estábamos encontrando, ese año el proyecto se desintegró, cada quien agarró su camino, terminamos trabajando sin que nos pagaran, pero yo no iba a dejar a la Reina, ahí dices, tengo una ética profesional y no puedes dejar el trabajo botado, es patrimonio de la nación, es una responsabilidad grandísima, no por una institución, sino porque estás tratando con algo que nos pertenece a todos”, añadió.


Los integrantes del proyecto han ido cambiando pero las excavaciones han seguido, de una u otra manera ella tenía que seguir hablando de la Reina Roja, quien a final de cuentas tiene muchas líneas de investigación, ante un contexto funerario cerrado hay mucha riqueza que el arqueólogo tiene que interpretar, desde la bioarqueología, la antropología física, fotografías, levantamiento, iconografía, restauración, son varias áreas para poder ir dando una historia, se dan cuenta que no muestra ningún vínculo familiar con Pakal, pero que algo tenía que ver porque tenían la misma temporalidad, es decir, no es madre, no es abuela, no es hija, puede ser la esposa.

“Empezamos a ver cuáles son las mujeres importantes que salen en la historia de Palenque, la primera mujer gobernante que gobernó por más de 20 años fue su abuela, después está su madre, que es regente, que le cede el poder a los 12 años, y la Reina Roja que aparece en los tableros y ahí nos damos cuenta con las investigaciones del epigrafista Guillermo Bernal su nombre, La señora de las sucesiones, que ha trascendido a lo largo de las generaciones, además la bioarqueología nos habla que no es de Palenque, sino que viene de otro sitio que se ubica en Tabasco, ella se casa por alianza matrimonial a los 13 años con Pakal, llega a gobernar una ciudad que no es la propia pero seguro le conviene por alguna ruta comercial o evitar una guerra con otro sitio, él tenía 23 o 24 años”, describió.

Así, al momento de casarse con Pakal se convierte en gobernante, en esa cosmovisión donde hay un elemento de dualidad o pensamiento antagónico, si existe la vida existe la muerte, si existe lo masculino existe lo femenino, y es que la presencia de las mujeres no solo se refleja en Palenque, sino en otros sitios, sí fueron guerreras, sí lucharon; hay casi tres mil sitios arqueológicos solo en Chiapas, de los cuales 10 están abiertos al público, hay algunos, como Lagartero, que por inseguridad no se pueden visitar, o Iglesia Vieja, pero es innegable la riqueza arqueológica que hay en nuestra entidad, y es que si no conocemos el pasado, cómo saber qué hacer en este presente.

Puedes seguir a Fanny en Facebook como Reina roja Palenque, o en su página Arqueólogos por un día, también puedes apreciar en el museo de sitio de Palenque la réplica de cómo encontraron a la Reina Roja, toda la historia, también está plasmada en el libro de Adriana Malvido que recolecta sus historias, la interpretación se exhibe con su ajuar funerario original, y los restos óseos están en el acervo del museo.

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