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ALEJANDRA OROZCO

La aventura de ser mamá, el primer día del padre

Ustedes me han acompañado en este proceso, desde hace ya casi un año que me enteré que sería mamá, les he compartido cómo me siento, lo que he aprendido, mis miedos, mis alegrías y toda mi experiencia, pero todo esto no lo he pasado sola, y no sería posible sin Rodrigo.



Desde que era niño, su sueño era ser papá, formar una familia y disfrutarla por muchos años, por lo que quería ser un papá joven; él no pudo disfrutar a su papá tantos años como le hubiera gustado, pues mi suegro (QEPD) ya estaba grande, y era un excelente papá.

Así empezó nuestro sueño de formar una familia, llevábamos dos años en una relación estable, feliz y con mucho futuro, cuando empezamos a hablar de tener hijos en un futuro no tan lejano, y bien dicen que uno hace los planes y Dios se ríe, él ya pensaba en un anillo de compromiso para mi, y mucho antes de lo que pensamos, Elisa ya venía en camino, pensamos que iba a tardar más pero llegó en su momento.

Desde el momento en que le dije que sería papá, creo que su vida cambió: la ilusión de la llegada de Elisa curó la pena que había dejado la ausencia de su papá, lo animó y lo hizo ser más maduro, establecer prioridades y planear cosas más concretas para nuestro futuro, para el futuro de nuestra hija.

Desde el embarazo, ha sido cariñoso, cercano, responsable, estuvo puntual tomando mi mano en cada ultrasonido, llorando juntos cuando escuchamos su corazón por primera vez, cuando vimos su cuerpecito formarse, su cara por primera vez, las primeras pataditas, y ha sido una experiencia maravillosa compartir con él todo lo que hemos pasado.

No es casualidad, pues desde el inicio vi en él un potencial para ser un gran padre, y era alguien como él a quien yo quería para compartir mi vida y formar una familia, alguien honesto, de buenos sentimientos, responsable, visionario y comprometido, que ha sido una gran pareja y que estaba segura sería igual o mejor como papá.

Su primer gran prueba, ha sido aceptar que nos quedáramos con mi mamá cuando nació Elisa, una estancia que iba a ser de 40 días y se ha extendido por casi cuatro meses, primero por la cuarentena, luego por el confinamiento, por el riesgo de contagio, por el trabajo de ambos, y así se ha ido postergando nuestro regreso a la casa.

A pesar de que se muere por ya estar los tres juntos (también yo) como la familia que tanto anhelamos, ha puesto ante todo el bienestar de Elisa, primero para que mi mamá pudiera ayudarme con ella, luego para no exponerla al virus porque él seguía yendo al trabajo, luego porque hacían falta algunas reparaciones en la casa, después por mis síntomas, para no contagiarlo en caso de tener el virus.

Pero cuando está con ella, me enamoro más de él, al ver la cara de amor con que la mira, al ver cómo le brillan los ojos a ella cuando ve a su papá, cómo juegan, se ríen, cómo la abraza... ahí me doy cuenta que no pude elegir mejor pareja, y que Elisa no pudo elegir mejor papá.

Y es que yo también tengo un papá maravilloso, que siempre estuvo con nosotras, que le ha echado ganas para darnos lo que necesitamos, que nos ama incondicionalmente, con el que nos llevamos como si fuéramos cuates, entre otros aspectos que siempre quise que mis hijos compartieran con su papá, y que por lo visto así será.

Si bien no hemos tenido la oportunidad de estar 24/7 con ella, porque hasta ahora yo he sido su cuidadora principal, sé que vamos a jalar parejo ahora que estemos juntos, porque ser padres es el anhelo y la responsabilidad de los dos, en la que no espero que él “me ayude”, sino que seamos un equipo que se reparta la “carga” de la crianza y cuidado de nuestra hija, y de los hijos que vengan.

Mi primer día de las madres fue increíble, especial, y por eso quise que Rodrigo se sintiera de la misma forma, así que le preparamos comida rica, le regalamos una taza (porque es súper cafetero), sus chocolates favoritos, y fotos con Elisa y su huellita detrás de cada una.

Estoy muy orgullosa y feliz de tenerlo como papá de Elisa, por estar con alguien que sostuvo mi mano durante el parto, que me tranquilizó con sus palabras, que nos cuida, que dejó de fumar después de casi 20 años por nuestro bien, y que transpira el amor más puro cada vez que la tiene en sus brazos. Felicidades a todos los papás que aman tanto a sus hijos, que tienen el mismo vínculo que tenemos nosotras como mamás, aún sin haberlos cargado en su vientre.

 

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