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ALEJANDRA OROZCO

La aventura de ser mamá: Cuidado, mamá sobre estimulada

Lo vemos en todas partes: en reels, en TikToks, en memes… el estereotipo de que mamá siempre está enojada, de que la mamá es la que castiga, de que mamá siempre está de malas… y no están tan errados, pues la mayor parte del tiempo, la mayoría de las mamás están irritables, gritan y pierden la paciencia, pero no es porque así somos, por las hormonas o por amargadas, es un conjunto de situaciones que nos llevan al extremo.


Ser mamá es una labor complicada desde el momento del embarazo, física, mental y emocionalmente, y por más que la carga sea compartida con el papá, a nosotras siempre nos tocará la mayor parte del trabajo, siempre lo he dicho, el hecho de que si amamantas, ya desde ahí tienes más chamba que papá porque él obviamente no lo puede hacer, hasta el hecho de la carga mental: mamá no solo hace y cuida, también tiene que preocuparse por si hay leche, si hay pañales, cuándo le toca cita con el pediatra o si está haciendo lo suficiente.

Todos estos factores, desde la carga física hasta la mental, influyen para estar la mayor parte del tiempo preocupada o estresada, si a esto le agregas el estrés laboral para quienes trabajan, las tareas cotidianas de la casa o la parte de ellas que te corresponde, buscar tiempo en pareja y tiempo para ti, este cúmulo de emociones y pensamientos suelen ser abrumadores, de vez en cuando o todos los días, al finalizar el día.

En mi caso, últimamente me he sentido abrumada por todo esto, aunado a que están en una etapa ingobernable… sobre todo Renata, no sé si es el cambio de la guardería al kinder, el que se siga adaptando o sus terribles 2, ya casi 3, pero no obedece indicaciones ni en la casa ni en la escuela, hace lo que quiere, hace oídos sordos a regaños o castigos, ni siquiera cuando se cae por andar de intrépida escarmienta, y eso me hace gritar más de la cuenta.

Pero no siempre es mal humor o desesperación… hay veces que simplemente estamos sobre estimuladas: el tráfico, oír los gritos de las niñas, llegar a casa y ver los platos sucios, seguir pensando en notas o tener notas pendientes por redactar, estar cansada, todo eso se me junta y a veces hace que a la mínima provocación, al mínimo “mamá, mamá”, explote y me desquite, a veces ellas contribuyen, otras no tienen ni vela en el entierro, pero les toca la regañada.

Creo -y espero- no ser la única en esta situación… aunque también reconozco que últimamente he gritado de más, en mi desesperación por hacerlas obedecer y portarse bien, pero creo que nada más se vuelven inmunes a los gritos y todos perdemos… si alguien encuentra la mejor fórmula para que hagan caso, lejos de castigos y amenazas, por favor que la compartan, porque siento que no estoy dando una.

Pero luego, vienen esos pequeños momentos donde se acercan, me abrazan y me dan besos, y me dicen cosas como “eres la mejor del mundo”, o “eres la mejor mamá de todas mis vidas”, y no saben el efecto que provocan sus palabras, son como un curita en mi corazón ante todas las culpas, remordimientos y corajes, aunque solo dure cinco minutos y después comience otra vez el caos, los pleitos y la rebeldía.

Pero bueno… ¿quién dijo que ser mamá era fácil? Desde las tares cotidianas hasta toda esta carga mental, se necesita mucha paciencia, temple y fortaleza para seguir adelante, a veces tan solo con tener un fin de semana libre, o un tiempo a solas, basta para recargar la pila y darse cuenta de que en realidad tenemos más bendiciones que desgracias.

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