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ALEJANDRA OROZCO

La aventura de ser mamá: El caos de todos los días

Tuxtla.-Cada viernes, suspiro dando gracias a Dios por una semana más, le pido poder descansar un poco y que me dé fuerza para aguantar otra semana, de trabajo, de dar vueltas y de ser mamá… pero parece que cerrara los ojos, los abriera y ya es lunes otra vez… y de vuelta al caos de todos los días.


He aprendido a abrazar y amar mi rutina, porque no tiene nada de rutina, todos los días y todas las semanas son diferentes y cuando parece que tenemos cierta estabilidad, algo pasa y tenemos que cambiar nuestra dinámica… es bien divertido, al menos nunca me aburro.

En una semana más o menos normal, me levanto a las 6 de la mañana para bañarme, arreglarme y a las 7 ya estar lista para despertar a Rodrigo y a las niñas, cambiarlas y lograr salir de la casa a las 7:30, porque Elisa entra a las 8 y a partir de hoy, Renata también tiene que estar ya en la escuela a más tardar a las 8:15, porque ya tiene 10 meses y al cumplir el año va a cambiar de sala.

A Elisa la cambio dormida, pero coopera bastante, solo no se deja peinar, así que casi siempre llega de pelo suelto… por eso se lo cortamos, para que se le acomode mejor, ya en la escuela -cuando se deja- la peinan y nos la entregan bien bonita; a Renata ya la duermo con su ropa, solo le cambio el pañal, aunque muchas veces me traiciona y se hace popó justo antes de entregarla, y las nanas me regañan porque la debo entregar limpia… a veces toca cambiarla en el carro, a veces en el baño de la guardería para entregarla bien.

Luego voy a dejar a Rodrigo y comienza mi día… ver qué voy a desayunar -últimamente ha sido café y galletas o pan-, aunque hay días que sí me consiento y si tengo tiempo, me voy a desayunar algo rico y con calma, de ahí me la paso de entrevista en entrevista, o buscando la nota, para estar a tiempo en la oficina, dejar mis notas redactadas y poder salir de ahí a más tardar a la 1:50, porque Elisa sale a las 2.

Mis energías se renuevan cuando la veo, se emociona y me abraza, diciéndome “mami, qué bueno que viniste”, y siempre me pide un helado, a veces se lo tengo que cambiar por palomitas u otra cosa para que no se enferme… ya de ahí vamos por Renata, a veces toca esperar a que acabe el berrinche antes de poder entrar, y ya hasta el vigilante me dice… “uy, hoy sí la tuvo difícil”, como compadeciéndose de los gritos que me acabo de aventar en el carro porque Elisa no quería bajarse o algo por el estilo.

En el nombre de Dios y con mucha angustia, la dejo sentadita en el vestíbulo porque no la puedo meter conmigo para recoger a Reno en su sala, le dejo videos en mi celular y rezo porque carguen y no se desespere, luego subo por su hermana y también se me alegra el corazón cuando me ve a través de la ventana y empieza a reírse y aventarse, luego bajamos y Elisa se alegra, y me pide que las cargue a las dos.

Y así salgo de la guardería de Reno… si alguna vez ven a una loquita cargando una mochila, una niña en cada brazo y buscando las llaves del carro, esa soy yo, esas somos nosotras, esa es mi realidad hasta que los brazos no me fallen y yo las pueda seguir sosteniendo, y metafóricamente eso busco ser para ellas, así que ahí la llevamos entre metáforas y realidad.

A veces, después de traerlas me voy a casa de mi mamá o de mi abuelita y ahí me echan mucho la mano, lo bueno es que ellas ya salen comidas de la escuela y me ahorro ese paso, aunque Elisa siempre tiene hambre y todo el día está comiendo; cuando nos vamos a la casa, a veces paso a comprar algo para mi comida, aunque sí es un rollo pasar a cualquier lado trayendo a las dos solitas en el carro.

La tarde transcurre entre berrinches de Elisa, llantos de Renata con mamitis o entre una y otra, aunado a terminar alguna nota pendiente o tratar de lavar o hacer algo en la casa, porque ya no tengo muchacha que me ayude y eso implica una actividad más para mi, y por eso cuando no van a la escuela las niñas ya no tenemos quién las vea de planta, tenemos que recurrir a abuelas o tías que con gusto nos echan la mano.

La semana pasada, apenas estaba llegando a la casa cuando me hablaron para una junta urgente, y como no tenía quién me echara la mano, me las tuve que llevar conmigo… pensé que Renata sería el problema, porque no le gusta despegarse de mi, pero la que se aventó un berrinche marca Diablo fue Elisa, tirada al piso y todo, gritos incluidos, yo me moría de vergüenza pero todos fueron muy comprensivos y me trataron de echar la mano.

A lo que voy, es que cada vez me toca más seguido lidiar con los turbo berrinches en lugares públicos, lo único que puedo hacer es tratar de bajar a su nivel, negociar con ella y acercarme a abrazarla en cuanto me lo permita, muchas veces he perdido el control en un berrinche y acabó gritándole y eso no me funciona, así que estoy tratando de no mandar la crianza respetuosa al carajo y tomar lo que puedo de ella, aunque en público es todavía más difícil, siento que me quedan viendo como “ay, unos buenos fajazos le debería meter” o que han de decir “esa niña está bien malcriada”, pero trato de que esto no me afecte ni me azote.

Volviendo a la rutina diaria, a veces tengo notas o grabaciones por las tardes y tengo que encargar a las niñas, otra vez con mi mamá o mi hermana, ya que quedo libre voy por ellas y vamos por Rodrigo al trabajo, para llevar a casa y comenzar el último jalón del día: darles de cenar, bañarlas, darles medicina -porque Reno sigue en tratamiento- y dormirlas… últimamente Rodrigo duerme a Eli, que por cierto ya casi nunca me pide chichi… quizá lo hace dos o tres veces a la semana y ya, se duerme con cariñitos de papá, mientras que Renata toma chichi un rato y de ahí se pone a loquear un rato: a hacer ruidos, a gatear, a pararse en la cama, hasta que finalmente se duerme.

Las últimas semanas han sido muy pesadas y ha habido noches que me quedo dormida junto con Renata, así con ropa, sin desmaquillarme y sin nada… pero normalmente luego de dormirla, cenamos, me baño y arreglo las mochilas para el otro día… aunque últimamente ya ni ganas de cenar nos han dado, ni tiempo de bañarme y tengo que hacerlo al otro día, incluso he dejado las mochilas sin hacer y prefiero levantarme al otro día un poquito más temprano.

Y bueno, así hemos estado malabareando últimamente… tratando de mantener el equilibrio pero sobre todo la cordura, entre tantas exigencias sigo buscando esos 10 minutos para ser yo misma y no morir en el intento, aunque también he aprendido que no todos los días se logra cumplir con todo lo de la lista de cosas por hacer, y está bien y no pasa nada. Ya tendré chance de hacerlo al otro día.

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