La aventura de ser mamá: la segunda visita al pediatra
Antes de empezar, quiero agradecerles por leerme, sé que durante el embarazo había más interés o expectativa, pero a pesar de que esa etapa quedó atrás, semana con semana siguen dedicándome su tiempo y acompañándonos en esta aventura de crecer como madre e hija, como familia.
Este fin de semana, le puse por primera vez a Elisa un mameluco que apenas y le queda, de esos de manga larga y pies cubiertos, aprovechando que el clima estaba fresco y el calor dio tregua, con miedo a que sea la última vez que le quede por lo rápido que está creciendo.
La semana pasada, hicimos una visita al pediatra, afortunadamente no de urgencia, pues mi gorda está súper sana, pero ya le hacía falta que la pesaran, midieran y revisaran en general, esto como parte de sus consultas de control de recién nacido sano.
La llevamos por primera vez con él cuando cumplió el mes -cambiamos a la pediatra que la checó durante su primer semana de vida porque no los latieron algunas cosas; es muy recomendable quedarse con un médico con el que te sientas a gusto y en confianza-; y aunque es recomendable que la vea cada mes, el propio médico nos pidió que si todo estaba bien, no la lleváramos al segundo mes, por esto de la contingencia.
Antes de llevarla, consultamos con él si era viable verla, y nos dijo que como ya habían pasado dos meses ya consideraba necesario hacerlo, por lo que nos agendó solo a nosotros ese día, y con las debidas precauciones -cubre bocas, gel anti bacterial, sin saludos, solo Rodrigo, la bebé, el doctor y yo en el consultorio- nos presentamos a la cita.
Elisa está muy sana, mide ya 60 centímetros y pesa 5.530 kilos, 200 gramos arriba de lo que se esperaba que aumentara de peso este mes, pero bastante bien de salud considerando que solo se alimenta de lactancia materna exclusiva.
Siempre es bueno llevarlos a estas citas de control para despejar cualquier duda, y saber qué esperar para el siguiente mes. En esta ocasión, el doctor nos dijo que es normal que comience a salivar por la activación de estas glándulas, no porque ya vayan a salirle dientes, además de que cada vez demandará más atención, y otras dudas normales de papás primerizos.
La primera vez que fuimos, yo seguía caminando lento por la recuperación de la cesárea, la cargaba con miedo, tardé mucho en desvestirla, teníamos mil dudas y mi mamá entró con nosotros; ahora, dos meses después, tanto Rodrigo como yo nos sentimos más seguros, la sentimos a ella más “maciza”, es como si fuera otra niña y otros papás, ahí me di cuenta cómo pasa de rápido el tiempo, y que todo siempre mejora.
No puedo creer que estamos por alcanzar los tres meses, que ya vamos a medio camino de la lactancia materna exclusiva, que ya faltan sólo tres meses para empezar con la alimentación complementaria, que ya le han puesto dos dosis de vacunas, que mide 10 centímetros más de cuando nació, y que pesa casi tres kilos más desde entonces.
Hoy que soy mamá, valoro y agradezco muchísimo las pequeñas cosas que tienen gran significado, me siento bendecida de que mi hija esté sana, saludable, creciendo a pedir de boca, y pido a Dios que siempre sea así, que la aleje de cualquier mal.
Además, mucho antes de lo que esperaba, ya duerme de corrido en las noches, desde su última toma, que es entre 8 y 10 de la noche dependiendo de sus siestas y tomas del día, duerme entre seis y ocho horas para la siguiente, nos deja descansar muy bien y solo nos levanta el sonido de que se está chupando la mano cuando tiene hambre, ni para eso llora.
Es cierto que cada vez demanda más atención: si la dejas en su colchón y te alejas, empieza a gritar o emitir sonidos sin llorar porque no le gusta quedarse sola, le encanta que le hables, y a cambio ella te sonríe y te platica quién sabe cuántas cosas, se duerme entre tus brazos y si la pones en la cama se despierta, pues le encanta la compañía y sentirse apapachada.
También pasa bastante rato en su gimnasio, viendo los juguetes colgantes, los colores, platicando con su unicornio de peluche, moviendo piernas y brazos como si quisiera salir corriendo, ya hasta se gira quedando de lado, y a veces, se queda dormida después de una agotadora sesión de juegos.
Mi hija me sorprende todos los días, cada vez más, y gracias al trabajo desde casa puedo seguirla disfrutando al máximo, abrazándola, dándole besos y caricias, durmiendo y despertando junto a ella, su papá y yo estamos enamorados de todo lo que ella es, agradeciendo todos los días tenerla como hija.
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