La Columna: Paliativos en el Tri
Enlistar una serie de oraciones que sirven para distraer, pero que dicen poco, es la actualidad en la Federación Mexicana de Futbol, que demuestran de nuevo que tienen el diagnóstico correcto, que saben con precisión cuál es el problema, pero que se niegan a pensar en el bien común y cada uno pretende que, las decisiones que se tomen, no afecten los intereses personales, la Selección y el futbol terminan en segundo plano, el negocio está primero.
Mucho se habla de lo que “pidió” Marcelo Bielsa para convertirse en entrenador nacional mexicano, pero eso tiene poca certeza, alguien en algún espacio de opinión, afirmó que esas fueron las condiciones, muchas de ellas suenan coherentes, porque Bielsa, por ejemplo, salió del Athletic de Bilbao a pesar de llevarlos de la mano a una final de Europa league y ponerlos a pelear en España con los grandes, porque la remodelación de un gimnasio no se hizo como pretendía; o su salida del Leed, a quien trajo de vuelta a la premier League tras muchos años hundidos en divisiones inferiores.
Bielsa es disruptivo, busca siempre cambiar el orden de las cosas y más si no existe antecedente de éxito a donde llega, cumpliendo el “si fallas, no cambies el objetivo, cambia el camino” y ahora, por ejemplo, en Uruguay fue a observar al llano y llevó a la selección de aquel país, a un jugador que nunca ha sido profesional. Esas situaciones en México no pasan y no porque no haya talento de ese tipo, sino que los “consagrados” jugadores “europeos” tienen sus códigos y no hay un entrenador con la jerarquía de no importarle.
En México no van a lidiar con esos temas, es cómodo mantener a un entrenador que se ajuste y tenga contentos y cómodos a las “figuras” aunque esas figuras estén demasiado alejadas de ese concepto, concebido como tal en el futbol.
La federación no quiere, porque tiene detectados los movimientos que hay que hacer. La Liga MX tampoco, porque no existen ideas básicas con conceptos coherentes. En ese camino, México no está lejano a un fracaso tan sonoro, pero tan sonoro, que todos lo habrán advertido, pero nadie movió un dedo para que no sucediera.
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