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La necesidad del pueblo se convierte en motivación y las virtudes en oportunidades

  • Mario Aquino
  • 4 jun 2021
  • 2 Min. de lectura

Tuxtla.- Al hablar de primeras instituciones educativas en el estado, se nos viene a la memoria la distinguida secundaria prevocacional, creyendo que partir de esa escuela se fue forjando un sistema hasta llegar a ser el que rige hoy en día; pero, que pasaría si mencionara que esa no fue la primera “escuela” en Chiapas.



Durante el siglo XIX se le daría el nombre de “pequeñas industrias” o “Artes y oficios”; pero lo curioso es el saber que estos colegios no conocerían su denominación, debido a que su fundación data probablemente e 1792 o 1793, en un municipio llamado Teopisca (Ubicado en la región de los Altos de Chiapas) inaugurado con el nombre de “Escuela de Hilados y Tejidos” por el Obispo Francisco Polanco.



¿Cómo surge esta idea y por qué es importante mencionarla?

Básicamente dicho pontífice se percató que sus habitantes se veían obligados a ocupar todo el año en cultivar uno o dos almudes de maíz, como único sustento de las familias, deseoso de aliviar ese problema tan punzante, inicio esta opción educativa, dirigida a las jóvenes alumnas que previamente habían aprendido castellano en la doctrina; en el principio la institución era precaria, sin embargo, tuvo un éxito rotundo, puesto que llegaban aproximadamente hasta cuarenta niñas indígenas que deseaban aprender a tejer, hilar y coser bajo la asesoría de las maestras ladinas y un maestro de telas de la tierra. Ante esto, existía un reglamento de doce artículos los cuales establecían la normatividad necesaria para la operación del establecimiento; consistía en “desmontar algodón, hilar, devanar y urdir”, bajo la dirección de las respectivas maestras.



Asimismo, asistirían cuatro muchachos ladinos, para aprender a devanar, hundir y tejer manta y nagua, bajo la dirección de un maestro; con dichas acciones se tenía la visión donde posterior al aprendizaje obtenido, la utilidad por la venta de telas permitiría que la escuela subsistiera con sus propios medios; pero la realidad fue otra, tiempo después se empieza a descuidar tanto por el alumnado como los profesores, un ejemplo de estos fue que los padres se comienzan a quejar de “no tener quien le moliese, ni les llevase leña,” otros declaraban que “por un pedazo de manta no había de estar sus hijas hechas esclavas en hilar para el señor obispo”, entre otros problemas funge que si alguna infante era obligada a ir al escuela “robaba mucho algodón, hilo y lo que hilaban no servía, y así ni con amor, ni con rigor se les pudo dar a entender que era bien para ellas”. En una sociedad donde se visualizaba al progreso como una utopia, fueron el más grande obstáculo que se encontraban para aquellos avances educativos, finalizando con la frase del ilustre José Covarrubias: “Enseñar al individuo a comprender y conocer el mundo físico y moral en el que vive”.

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