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  • VANESSA TRACONIS QUEVEDO

LA SALUD: ¿UNA RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL O SOCIAL?


“La salud no es un privilegio, no es una mercancía, es un derecho humano fundamental de las personas y una responsabilidad de los estados, a través de sus gobiernos nacionales” Directora de la OPS, Carissa F. Etienne; cuando hablamos de salud y de acceso a servicios sanitarios en ocasiones se tiende a responsabilizar a los gobiernos por el buen o mal actuar en el manejo de recursos y acciones sanitarias; en México lo palpamos desde el 2020, al vernos inmersos en la pandemia, cuando muchas personas no tuvieron acceso a servicios sanitarios y medicamentos, y sus precios subieron hasta en 1000%, en donde entidades o personas vendían en establecimientos no regularizados medicamentos e insumos sanitarios, donde medicamentos de libre venta fueron autodosificados y causaron mas problemas de salud pública tal como fue con el acido acetilsalicílico en combinación con remedios herbolarios, donde organizaciones entregaban y vendían medicamentos sin el control sanitario –almacenamiento y dispensación–, donde instituciones de salud pública no contaban con suficientes insumos sanitarios y médicos tuvieron que comprar su propio equipo de protección personal, todo esto y más derivó en que los diferentes actores y críticos, así como la sociedad civil, tuvieran un versión diferente del manejo sanitario y epidemiológico de la actual administración; entre los que defienden y aplauden por un manejo excelente y otros refieren que las condiciones y estrategias implementadas han sido tan mal dirigidas y minimizadas, ya que como resultados México tuvo el índice de letalidad más alto entre las 20 naciones más afectadas por la pandemia, según la Universidad Johns Hopkins de EUA; el compromiso con la salud pública no se mide sólo en número de hospitales y beneficiarios, sino también en el acceso a servicios suficientes y de calidad para todos, un presupuesto adecuado y buenas condiciones de trabajo para el sector salud, incluyendo la protección de su personal. Cada persona puede realizar su critica desde el lugar en el que esta colocado o su condición, así como desde la perspectiva del conocimiento e información que tiene, al igual que desde su nivel de competencia intelectual o profesional, lo que sí es un hecho es que definitivamente todos somos responsables en la medida de nuestra participación y acción.

Cuando en la actualidad, es reconocido que la principal crisis sanitaria no solo fue el Covid o la convergencia de virus respiratorios, si no también las enfermedades crónicas no transmisibles; y en un análisis de conciencia, es cuando muchos nos hacemos estas preguntas: ¿La salud es una responsabilidad individual o social?, ¿es responsabilidad del paciente o de los gobiernos?; ¿nuestro gobierno es responsable de trabajar por un sistema sanitario asistencialista o tomar la decisión de responsabilizar al paciente de sus condiciones patológicas de manera parcial o total?.

Hablar de derecho a la salud y de la obligación del estado a garantizarlo no implica eximir a la sociedad o a las personas de la parte que les incumbe para su protección. Si consideramos que los riesgos de salud responden sólo a elecciones de estilos de vida y las condiciones sociales externas, pueden ser tan responsables por el daño que se causan a sí mismas como también lo son nuestras autoridades, por las condiciones externas de vida que tienen sus ciudades y las oportunidades a ejercer sus derechos, sobre todo en el derecho universal como es la salud.

Podemos entender que los determinantes que afectan a la salud de una persona abarcan desde factores ambientales, biológicos, conductuales, sociales, económicos, laborales, culturales y, por supuesto de los servicios sanitarios como respuesta organizada y especializada de la sociedad para prevenir la enfermedad y restaurar la salud, pero debemos de dividirlas para dar respuesta a nuestra pregunta:

1) Las sociales como las circunstancias en las que se nace, el nivel socioeconómico y de exclusión social, que sin duda afecta la salud por el simple hecho de no tener acceso a una buena alimentación, a condiciones laborales no estables, que en estas circunstancias están configuradas por algo más amplio que son las fuerzas económicas, políticas, normativas y sociales;

2) Las personales, que son todas aquellas que son de responsabilidad del individuo, relacionadas con los estilos de vida, que son concordantes con un tema de educación y cultura en el cuidado y prevención en la salud, sin dejar a un lado los aspectos genéticos y biológicos; pero sin atisbo de duda, el estilo de vida es el determinante más influyente en salud, sin embargo es también el más modificable mediante actividades de promoción de la salud; este análisis nos lleva al ancestral dilema de qué fue primero, el huevo o la gallina, que aparece en la obra del filósofo griego Aristóteles, quien afirmaba que lo actual es siempre anterior a lo potencial, y lo que nos queda claro es que efectivamente los estilos de vida son derivados a las condiciones sociales, económicas y políticas de un país, también es indudable que estos pueden ser modificables siempre y cuando la persona tenga la capacidad y la actitud para hacerlo, pero sin embargo no podemos cerrar los ojos que para poder hacer un cambio de las condiciones de vida, se requiere mayores y mejores oportunidades.

Hablar de derecho a la salud y de la obligación del estado a garantizarlo no implica eximir a la sociedad o a las personas de la parte que les incumbe para su protección. No es el estado quien decide si compramos y preferimos comprar alimentos ultraprocesados en vez de alimentos sin procesar o procesados mínimamente, –de esto se deriva la importancia del etiquetado en los alimentos que muchas empresas procesadoras están pidiendo que se elimine–, si fumamos o ingerimos bebidas alcohólicas, si hacemos o no ejercicio, nuestra actividad social e inclusive la religiosa, entre muchos otros; no estaríamos dispuestos a que el estado interfiriera directamente en nuestras decisiones personales acerca de nuestra salud física, mental y social –las prácticas religiosas y espirituales contribuyen al bienestar en salud mental al otorgar un propósito en la vida, esperanza, optimismo, autoestima y al mejorar los síntomas por depresión, ansiedad, ideación suicida y adicciones–, es por ello que la Organizacion Mundial de la Salud (OMS) define a la Salud como un estado de bienestar físico, mental, y social y no simplemente la ausencia de enfermedad o debilidad; pero sin embargo, el estado está obligado a garantizar el derecho a ella, y tiene la facultad de regular factores que inciden en prácticas y conductas que la afectan, como lo ha hecho con medidas como el impuesto a refrescos y cigarros o el mismo etiquetado a los productos alimenticios, la regulación de la venta de antibióticos con receta médica –la cual implicó la disminución del 85% de la venta total de antibióticos en México, cifra que representa el consumo por autoprescripción–, sin dejar de enfatizar que estas iniciativas fueron impulsadas por grupos de la sociedad civil.


México es uno de los países mas desiguales de América Latina; aunque en los últimos años se registraron algunas mejoras en la distribución del ingreso la situación sigue siendo crítica; esto es un fenómeno complejo y multifuncional, que se relaciona y se retroalimenta con la discriminación étnica, de género, de edad, por discapacidad, la preferencia sexual, de lugar de residencia, entre muchas otras; ante ello, es crucial una política de salud pública que responda a las necesidades de la población, con sus desigualdades, que tome en cuenta condicionantes externos e incluya a sectores que influyen en las opiniones y decisiones que afectan la salud –empresas, OSC y ONG, asociaciones religiosas, escuelas, etc.–, de modo que la sociedad pueda tomar mejores decisiones. Partiendo de un sentido amplio de la salud pública, el estado no es el único que determina cuáles son los problemas relacionados con ella, e incluso puede resistirse a reconocerlo. En México estamos muy lejos de haber construido aún las bases apropiadas para hacer frente a los enormes problemas de salud pública que, antes de la pandemia ya eran muy graves debido a décadas de políticas deficientes y presupuestos insuficientes, pero que, a raíz del impacto de esta nueva emergencia sanitaria, se han profundizado y en muchos casos, se han hecho crisis por la falta de seguimiento oportuno y correcto como el desabasto de medicamentos en instituciones públicas, la precariedad en la atención de servicios de salud –como el tema del cáncer–, el olvido a la salud mental, así como muchos temas más, no obstante, pese a la contundencia de estos problemas, tanto gobiernos anteriores como el actual han tendido a minimizarlos en los hechos o, ahora, a negarlos. Otros problemas contundentes, como la obesidad o la diabetes, sí han recibido más atención en los diferentes niveles de gobierno, pero las medidas para remediarlos, más allá de lemas, han sido deficientes ante la pobreza, la implementación, logística y alcance, la medición, y la resistencia de grupos de interés o la negligencia de funcionarios –como en el caso del nuevo etiquetado de productos alimenticios, al que aún se resisten grupos empresariales– y otro hecho relevante que en un futuro podrá ser un desastre sanitario, la falta de controles normativos en el manejo de animales, la cual no solo podrá derivar a una crisis sanitaria, si no también a una ambiental y zootecnica, y como ejemplo la presencia de enfermedades zoonóticas como son los brotes de gripe aviar y la dirofiliarisis, la enfermedad del gusano del corazón y su prevalencia en perros callejeros, donde en México no existen suficientes reportes y la mucho menos la presencia en el humano y estaremos hablando del trabajo que se realizará en la Fundación RedSalud Internacional en la siguiente columna.

La promoción de la salud es el proceso que permite a las personas incrementar el control sobre ella, concepto que para ponerlo en práctica necesitamos individuos, comunidades, organizaciones y gobierno comprometidos creando todas aquellas condiciones necesarias que garanticen la vida, salud y bienestar de calidad para todos. La respuesta a los retos de la salud pública por medio de estrategias y programas en conjunto determinará los resultados, éxitos o no, que en muy poco tiempo veremos, es más, ya lo estamos observando; el mundo requiere una rápida transformación desde sus individuos, los datos son claros, nos estamos enfrentando al colapso inminente. ¡El tiempo se está reduciendo!, el mundo no va por buen camino para alcanzar los objetivos.

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