La tradición del niño florero
Tuxtla.- Una de las tradiciones más coloridas y arraigadas de esta temporada es la del Niño Florero, ofrenda llena de sacrificio, entrega y sobre todo mucha fe, que congrega cada año a cientos de hombres de comunidades sobre todo de Chiapa de Corzo y Acala, quienes por unos días dejan todo atrás para estar más cerca de Dios y encontrarse con ellos mismos.
El rito consiste en salir de la comunidad y estar sie7e días entre las montañas, haciendo un enorme esfuerzo, cortando la flor de Niluyarilo y traerla cargando a cuestas de vuelta a casa, para ofrecerla al Niño Dios y con ella construir su nacimiento, mucho más que una artesanía, es todo un acto de devoción.
La salida es el 14 de diciembre de cada año, cuando se reúnen cerca de 500 hombres desde jóvenes hasta ancianos -la cifra cada año va aumentando- y escuchan misa en la Iglesia del Calvario de Chiapa de Corzo, para después partir por la madrugada del día 15 a las comunidades de Navenchauc, Mitzitón y Multajo, en busca de esta bromelia de tono rojo, una flor epífita que crece en lo más alto de los árboles, su nombre, Niluyarilo, en tsotsil significa “flor de pluma” y se ubica en esta región.
Si bien su recolección también implica cierta polémica, porque los especialistas dicen que se pone en riesgo por el volumen que se extrae cada año, la tradición es muy arraigada, se dice que tiene su origen en una leyenda, en la cual una pareja llegó a la Laguna de Navenchauc con su pequeño bebé en brazos, a quien dejaron en lo alto de un árbol para después convertirse en el sol y la luna, para cuidarlo día y noche, y por eso la flor asemeja una mano pequeña, pues a medida que sus padres se sumergían en el agua, el infante se despedía de ellos agitando su manita.
Luego de partir de Chiapa de Corzo, los recolectores llegan hacia su destino equipados con lo necesario: herramientas como machete y navaja para poder cortar esta flor, comida, agua, y la ropa necesaria para hacer frente a las bajas temperaturas, que rayan en los cero grados en estas regiones de montaña, sin embargo el equipaje debe ser ligero, ya que de regreso cargarán sobre sus espaldas kilos de flores que llevan en montones a su hogar.
Hay quienes llevan ya años participando en esta tradición, otros apenas están incursionando, son solo los hombres quienes peregrinan, no dejan que los acompañen mujeres, pues es parte de su manda, su sacrificio o su intención, el hacer este sinuoso recorrido donde pasan frío, cansancio, mal comen y además, requiere mucho esfuerzo físico. Una vez que parten de casa, pierden contacto con sus familias, sin embargo hay dos fechas estipuladas en que estos suben a determinados parajes donde celebran misa, los ven, les llevan comida y bebida, esto ya que vienen de regreso, una de las paradas más significativas se conoce como la Topada de la Flor el día 21, que es cuando se reúnen con la gente a escasos seis kilómetros de la cabecera municipal, el pueblo los recibe con cuetes, vivas y rezos, pues cumplieron la encomienda.
Es cerca del 23 de diciembre cuando entran triunfalmente a la iglesia y comienza la elaboración de la casita, pesebre o nacimiento del niño Dios, ahí es donde se ve la recompensa de tanto esfuerzo, cierta cantidad de lo recolectado se la pueden llevar a su casa, para su ofrenda familiar, el nacimiento u ofrenda permanece hasta el 6 de enero, como marca la tradición de la nacida del niñito.
Esta es una de las tradiciones rituales más vistosas de Chiapas, antesala para los chiapacorceños de su fiesta grande que ya está a la vuelta de la esquina; si bien en Acala también sale un contingente, siendo las dos localidades que destacan por esta práctica, cada pueblo tiene sus particularidades y abonan a la riqueza cultural de nuestra entidad.
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