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Mario Aquino

La transición de Tonantzin a la virgen de Guadalupe

Tuxtla.- Las cosmovisiones religiosas han perdurado a lo largo de la humanidad, lo que comienza como una idealización, definiéndolo como el significando de perpetuar espiritualmente un camino a nuestras descendencia en el mundo terrenal, continuando con una concepción idolatra de objetos, evolucionando a una apreciación de fenómenos naturales, así como transiciones estacionales del año, hasta lo que se conoce hoy en día como seres omnipresentes y omnipotentes; existiendo un sinfín de historias quienes acompañaron al mesías en su camino cuando lo destierran del paraíso:


“Nacido de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado… al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso”.


La cultura mexicana sigue una leyenda por más de 400 años, en la cual un náhuatl de nombre Juan Diego Cuauhtlatoatzin fue testigo del milagro guadalupano al caminar sobre el cerro del Tepeyac, pero hoy en día son pocos los conocedores el origen de dicha adoración; un invento por parte de los españoles para someter a un pueblo desolado, sin motivos, con el único camino de ser explotados en su propia tierra, privados de creer en sus deidades; es así como se convierte Tonantzin Coatlicue, a la venerada Virgen de Guadalupe: “En vías de canonización se encuentra más un mito y un símbolo que un ser de carne y hueso”.


Siglos antes de la llegada de los españoles, la población del nuevo mundo tenía largos recorridos para elaborar rituales bajo un sistema politeísta que en su momento fungía como parte de su vida cotidiana, la cual conllevaba una estructura ideológica, Fray Bernandino de Sahagún en su libro Historia general de las cosas de la Nueva España lo describe: “Y venían de muy lejanas tierras, de más de veinte leguas, de todas las comarcas de México y traían muchas ofrendas, venían hombres y mujeres y mozos y mozas a estas fiestas, era grande el concurso de gente en estos días y todos decían: ¡Vamos a la fiesta de Tonantzín!”.


Tonantzín era conocida por varios nombres, entre ellos Coatlicue, Teteoinan y Toci, sus apariciones eran en gran número, mencionan en los relatos como una señora compuesta con unos atavíos como se usan en palacios, el significado de su nombre era “nuestra madre”; dentro de los mitos aztecas la importancia que posee esta deidad es única, representada como la madre de los dioses, claramente los conquistadores no soportarían tales adoraciones que no fueran las que ellos impusieran, en consecuencia derriban aquel templo y en su lugar ponen la de Guadalupe. Aludiendo todo esto con el fin que dejaran de estimar a sus antiguos dioses y comenzaran a creer en los nuevos; aunque según los escritos revelados por antiguos frailes se menciona que esto no fue como se planeó en un principio, debido que los nativos ignoraban todo intento de imposición por la iglesia católica, tal como lo relata Sahagún: “Y ahora que está ahí edificada la iglesia de nuestra señora de Guadalupe también la llaman Tonantzin, tomando ocasión de los predicadores que también la llaman tonanztin y vienen ahora a visitar a esta Tonanztin de muy lejos, tan lejos como antes, la cual devoción también es sospechosa, porque en todas partes hay muchas iglesias de nuestra señora y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras a esta Tonanzin como antiguamente”.



El único remedio optado por los religiosos católicos fue que el tiempo actuara, en un primer momento se adopta esta virgen como un nuevo símbolo, más no el único, posteriormente con los cuentos que transcurrían entre la sociedad, se apunta que a un náhuatl se le aparecería para solicitar le edificaran una iglesia en el cerro del Tepeyac, actualmente se sabe que dicha pintura prodigiosa fue elaborada por el indígena Marcos Cipac de Aquino en petición de un Fraile (aunque se fue deteriorando al punto de remplazarla por la pintura que se encuentra hoy en la basílica con algunas modificaciones) a lo que se cuestiona lo dicho por aquellos feligreses, donde se alude que el “ayate” ilustrado con la virgen de Guadalupe fuese un milagro; no es casualidad que sea en el mismo cerro donde los nativos adoraban a Tonanzin hoy se haga con la Guadalupana, de igual forma con las fechas en que se realiza estas peregrinaciones, es muy fácil engañar a una población cuando esta tiene bajos índices de letrados, y de los pocos que tiene, gran parte no comprende lo que lee.

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