¿Máquinas conscientes? Ni siquiera está claro qué es la consciencia humana
Redacción Ciencia.- Análisis de mamografías para afinar en la detección precoz del cáncer, reconocimiento facial, traducción de textos instantánea, bots conversacionales. Toda esta tecnología tiene detrás inteligencia artificial, cada vez más cotidiana, pero ¿hasta dónde llegarán los algoritmos? ¿Serán inteligentes? ¿Y conscientes?
Más bien no. Lo que es artificial está claro, pero no tanto lo que es la inteligencia ni la consciencia en el ser humano, detallan expertos consultados por Efe, que ven alrededor de los augurios de la inteligencia artificial (IA) cierta exageración alimentada por el imaginario colectivo y por los intereses de determinadas tecnológicas.
Desde la digitalización, proliferación y revolución de los datos, la IA está cada vez más extendida, pero su presencia es más sutil que lo que nos enseña el cine o la literatura.
"Uno de los mayores problemas que tiene la IA es la idea equivocada que ofrece la ciencia ficción", señala José Manuel Molina López, de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), quien recalca lo complicadísimo que es lograr por ejemplo que un robot mueva las manos.
Este profesor del departamento de Ciencias de la Computación explica que, si bien la inteligencia "es algo muy abstracto", sí hay consenso en el sector sobre qué es la IA: algoritmos que sirven para resolver problemas de una manera muy parecida a como lo haría un humano.
1956, PRIMERA VEZ QUE SE HABLÓ DE IA
La primera vez que se habló de IA fue en 1956 en la conferencia de Dartmouth (Estados Unidos) y lo hizo John McCarthy, un pionero de la informática que terminó recibiendo el Premio Turing. Desde entonces se ha avanzado mucho en el aprendizaje automático, los modelos de redes neuronales o el aprendizaje profundo.
Estas técnicas de IA existen desde los 70-80, detalla Molina, quien apunta que el salto real vino con la multiplicación de datos: "cuando nosotros empezamos, trabajábamos con 20 imágenes y ahora Google, por ejemplo, dispone de millones y encima etiquetadas por los usuarios".
Y es que para que los sistemas afinen en sus funciones, como es el caso de Google Lens con el reconocimiento de imágenes del mundo real o de Siri de Apple como asistente personal, tienen que tener datos, cuantos más mejor. Los sistemas de IA se adaptan a la información que tienen.
Sentido común, razonamiento, pensamiento. Las máquinas escudriñan millones de datos, pero no razonan, no entienden el sentido común; cuando el sistema recita poemas de Gloria Fuertes "no sabe" que está generando textos de esta poeta. Esto podría entenderse como una limitación, pero ¿es realmente necesario? Molina cree que no.
"El paradigma de que una IA va a resolver los problemas como un humano se ha roto. Hemos encontrado una forma de resolverlos (...) en la que no hay lógica detrás, no hay sentido común, ni interpretación".
¿EL ROBOT ME HABLA A MÍ?
Precisamente es en esas similitudes donde se percibe "la humanidad" de las máquinas.
En un reciente estudio publicado en Technology, Mind and Behavior, el equipo liderado por Agnieszka Wykowska, investigadora del Instituto Italiano de Tecnología, constató que cuando los robots parecen interactuar con las personas y muestran emociones parecidas, el observador puede percibirlos como capaces de "pensar" o actuar según sus propias creencias y deseos y no sus algoritmos y millones de datos y patrones.
Después de varios experimentos con 119 participantes y el robot iCub, el equipo demostró que la mera exposición a un robot de aspecto humano no es suficiente para que la gente crea que es capaz de tener pensamientos y emociones; es el comportamiento similar al humano lo que podría ser crucial para ser percibido como un agente intencional.
No obstante, la relación entre la forma antropomórfica, la actuación similar a la humana y la tendencia a atribuirles un pensamiento independiente y comportamiento intencionado está aún por entender, según Wykowska.
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