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Sebastiana, partera tradicional por “mera fortuna”

  • RUBÉN PÉREZ
  • 13 ago 2024
  • 3 Min. de lectura

Tuxtla.- Sebastiana Vázquez Gómez nunca se imaginó que, hace 24 años, su vida daría un giro tras atender un parto, a pesar de que ella no era partera ni experta en medicina.


Desde que tenía 10 años de edad, la mujer indígena tseltal salió de su tierra natal, Ujcumiljá, municipio de Ocosingo, para ayudar a una tía en sus ventas; luego, le llamó la atención los estudios y logró terminar la primaria.

Cuando ya era joven y establecida en San Cristóbal de Las Casas, a su vida llegó una oportunidad: ser promotora sobre salud sexual reproductiva, prevención de embarazos en adolescentes y salud maternal, como parte del Movimiento “Nich Ixim”.

De hecho, también se ha fogueado en talleres, durante los cuales se nutre con el intercambio de experiencias con otras compañeras. Según ella, su labor comenzó como intérprete de expertas en salud que trabajan con mujeres, “pues hablo el tseltal y tsotsil, y yo ayudaba a las médicas que les daban cursos a las parteras, para que les entendieran”.

Pero un día todo cambió. Era como la 1 de la mañana, cuando una pareja tocó a la puerta de su domicilio, pues necesitaba que ella atendiera un parto. Pese a que en un principio se negó porque no era su oficio, Sebastiana no sabía que en esa ocasión atendería, de manera fortuita, su primer alumbramiento.

“Sólo tenía los conocimientos teóricos, por así decirlo”, recuerda, y luego cuenta que, en ese momento, comenzó a pedir algunos materiales, como un cuchillo de cocina desinfectado con fuego directo, para cortar el cordón umbilical, “y así nació la bebé, y luego ya la limpié, pero todo eso lo había visto o escuchado, mas nunca practicado”.

ALUMBRAMIENTOS “AL POR MAYOR”

Por sus manos en esos 24 años, afirma, ha atendido poco más de mil partos, tanto que, casi a diario, atendía alumbramientos; “incluso en un día atendí hasta tres”. Sólo en seis ocasiones, afirma, ha vivido complicaciones como retención de placenta.

Aunque en una ocasión sí ha sentido miedo: cuando una paciente sufrió una hemorragia postparto; “no era mi paciente, me hablaron, entonces me llevan a la mujer, cuando de repente se da el problema, miro el sangrado, entonces nos fuimos de urgencia a un hospital; pero eso fue lo más grave que me ha pasado”.


SE EMPAPÓ DE CONOCIMIENTO

Por cuenta propia, Sebastiana se capacitó, e inclusive buscaba el apoyo de especialistas, como ginecólogas y con el respaldo de internet, para aprender cómo atender de forma adecuada a las futuras madres. Y pese a que sólo sabe leer y escribir, aprendió lo inherente a la anatomía humana.

Prueba de que su conocimiento es innato, puntualiza, es que no necesita incurrir en el tacto, pues con sólo ver a sus pacientes sabe en qué momento está el proceso.

“Sé cuando el bebé ya descendió, pues veo en la madre cuando suda, tiembla, o te empiezan a decir que quieren ir al baño, pero ahí les digo que continúen, que el bebé ya viene”, comenta.

A diferencia de otras compañeras, Sebastiana manifiesta que nadie en su familia se dedica a la partería, “me dicen que de dónde salí así, aunque de los 12 hermanos que somos, sólo a mí me atendió una partera, porque tardé mucho en nacer”.

La madre de cuatro hijos rememora que, aunque su lengua es el tseltal, tuvo que aprender el idioma tsostil porque la mayor parte de su trabajo la dedicó en la región Altos, en municipios como Chalchihuitán, cuya tasa de mortalidad materna, en esa época (1999-2000) era elevada y ningún especialista le “quería hacer frente”.

Sebastiana sabe que su labor es de suma importancia en la sociedad. Incluso, confiesa que su deseo era que alguno de sus dos hijos o dos hijas aprendiera su oficio; sin embargo, nadie ha seguido sus pasos. Lo que la consuela, dice, es que su hija más pequeña ha manifestado el deseo de dedicarse a la medicina, enfocada en el área de ginecología y obstetricia.

Aunque para ella ser partera tiene que ver con una cuestión de amor a ese oficio, también advierte que es momento de que el Estado las reconozca y las reditúe de forma económica.

“Esto lo hago porque amo hacerlo, porque la partería tiene que ser de corazón, con mucho amor, y no verla sólo como un negocio, aunque sí hay familias muy agradecidas”.

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