Ser mamá, una montaña rusa
- ALEJANDRA OROZCO
- 13 jun 2021
- 3 Min. de lectura
Tuxtla.- Esta semana vengo a desahogarme, porque ha pasado de todo: mucho trabajo, mucha mamitis, fiestas y también fiebre, todo en una sola semana... pero bueno, esto de ser mamá debe de ponerse retador de vez en cuando. Bueno, más de lo normal.

El domingo pasado, debido a las elecciones, estuve casi todo el día fuera de casa, mi mayor pendiente era Elisa, porque sé que después de determinado momento me busca, y me estuve buscando un ratito entre casilla y casilla para estar con ella, darle chichi y que estuviera contenta.
Así empezó la semana, que luego se calmó bastante, y transcurrió muy bien en lo general, aunque en las madrugadas, se está levantando más de la cuenta (ya dormía sus ocho horas de corrido y luego solo se levantaba una o dos veces a hacer tomas rápidas para volverse a dormir) y las tomas son más largas.
Créanme que una de las cosas que más me enorgullecen en la vida es mi lactancia, es un logro personal y creo que es lo mejor que le puedo dar a mi bebé aún hoy en día, me sentí decepcionada de no poder tener un parto natural y prometí que tendríamos lactancia exclusiva, y ya llevamos año y tres meses en esto.
Sin embargo, a estas alturas a veces resulta incómodo, a veces sus dientes me lastiman, otros días por el calor y el roce me lastimo, sigue siendo muy pesado no poder dormir de corrido (porque yo me duermo más tarde que ella y por ende duermo menos) y estar durmiendo por ratitos me tiene toda zombie al día siguiente.
Además, estos últimos días se levanta a tomar chichi y se queda pegada 20/40 minutos, y yo ahí toda chueca, con sueño, dolor de cintura, espalda y pezón. Quizá se escucha poca cosa, o piensan que dramatizo, pero las que hayan estado en mi posición, entenderán.
¿Y por qué no le dejo de dar pecho, si ya tiene más de un año y me ando quejando tanto? Pues porque no, porque sería egoísta de mi parte, me estoy desahogando aquí porque soy humana y necesito sacarlo, pero haciendo una comparación costo-beneficio, la verdad es que un ratito de incomodidad lo vale comparado con la protección y el vínculo que le estoy ofreciendo.

Lo más difícil de mi lactancia fue la primera semana, después de eso podemos con todo, es solo que a veces ya ansío que se destete y así pueda descansar mejor o hacer ciertas cosas sin que dependa de mi, pero luego pienso: ¿cuánto falta para que eso pase? La verdad es que no mucho, y llegando a ese punto voy a extrañar mucho esta etapa de nuestra vida.
Y justo eso lo reafirmé este domingo: Elisa amaneció con fiebre, en el transcurso del día nos dimos cuenta que está enferma de la panza, y entonces entendí por qué se estuvo levantando tanto en la noche y por qué sus tomas tardan tanto, y como por arte de magia otra vez mis pechos están llenos antes de cada toma. El cuerpo humano es fascinante, y el de una mamá aún más.
Es la segunda vez que la vemos así, aunque no está tan decaída como la primera; se la ha pasado animada y bailando, pero cuando le llega el retortijón es cuando llora y se asusta, y es que están por salirle las muelas y se mete todo a la boca.
Por otro lado, el momento feliz de la semana fue una piñata a la que fuimos, en la que estuvo feliz comiendo gelatina, corriendo atrás de las niñas y niños, jugando en la alberca de pelotas, pegándole a la piñata; en fin, ella es muy feliz cuando convive con otros niños y aprovechamos la ocasión.
Esta semana ha sido una montaña rusa para mi maternidad: momentos de angustia, momentos de alegría, pero todos llenos de aprendizaje y parte de una etapa de la vida de Elisa que me gustaría congelar para siempre, para que ya no siga creciendo y sea por siempre mi bebé.
Comentários