Tuxtla es una ciudad herida en su memoria colectiva
- NOÉ JUAN FARRERA
- hace 11 horas
- 2 Min. de lectura
SCLC.- Al sabor y aroma del café, el Museo del Café volvió a abrir sus puertas para la segunda charla dedicada a la historia y patrimonio de Tuxtla Gutiérrez, impartida por el historiador Roberto Ramos Maza. En esta ocasión, el eje temático fue el patrimonio perdido, una reflexión profunda sobre los elementos culturales, arquitectónicos y simbólicos que han sido borrados del paisaje urbano de la capital chiapaneca.

La charla comenzó con una pregunta fundamental: ¿qué es el patrimonio? Se definió como una herencia cultural que proviene del pasado de una comunidad, que se transmite entre generaciones y cuyo valor no es solo material, sino también simbólico. Es el conjunto de lugares, objetos, prácticas y saberes que forman la identidad de una sociedad.
Ramos Maza enfatizó que una ciudad que cuida su patrimonio no solo protege su historia, sino que también puede generar beneficios económicos a través del turismo cultural. Sin embargo, señaló que en Tuxtla, el olvido, la desmemoria y el autoritarismo urbanístico, han provocado lo que denominó un “urbanicidio”, es decir, una destrucción sistemática del paisaje y la memoria colectiva.

Uno de los ejemplos más contundentes fue el retiro de la fuente Mactumatzá, que alguna vez fue un símbolo de la ciudad y hoy es apenas un recuerdo entre generaciones mayores, la remodelación de la imagen del parque central y sus edificios históricos, fueron otro ejemplo.
Se recordó también la pérdida de árboles emblemáticos como los sabinos del río Sabinal, lo que le da el nombre al afluente, y la constante transformación de parques y espacios públicos sin tomar en cuenta su valor histórico ni el sentir de la comunidad, como el parque 5 de mayo.

La charla también abordó la primera gran pérdida de la ciudad, ocurrida en 1813, cuando fueron retiradas la ceiba y una fuente colonial que se encontraba en el centro de Tuxtla, muy parecida a la de Chiapa de Corzo. Con ello, se dio inicio a una cadena de decisiones que han afectado gravemente la imagen histórica de la ciudad.
Entre los inmuebles mencionados como memoria extinguida se encuentran el antiguo Palacio de Gobierno Federal, el Cabildo o Casa del Pueblo, así como diversas casonas y edificios que alguna vez dieron carácter a los barrios tradicionales. Su desaparición ha debilitado el vínculo entre la población y su pasado.

Durante la plática también se plantearon preguntas necesarias para revertir esta situación: ¿Qué se puede hacer ante la pérdida del patrimonio?, ¿Qué leyes protegen la memoria y el paisaje de las ciudades? Estas interrogantes abrieron el debate sobre la urgencia de establecer mecanismos legales y sociales que salvaguarden lo que aún queda, y recuperen, al menos desde la memoria y el reconocimiento, aquello que ya se ha perdido.
La segunda charla culminó con una reflexión: una ciudad sin memoria es una ciudad que se borra a sí misma. El reto está en aprender a mirar hacia atrás con responsabilidad, y hacia adelante con compromiso.
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